La década de los 60 fue sin duda una de
las más convulsas de la historia del cine en los Estados
Unidos. Con el sistema de los estudios prácticamente desmantelado
desde finales de la década anterior y las audiencias cinematográficas
cayendo estrepitosamente, los productores tuvieron que aceptar
notables riesgos creativos para mantener viva la industria del
cine.
En
unos años marcados por la amenaza nuclear de la guerra
fría, el movimiento hippy, Vietnam... en parte era
lógico que la ciencia ficción viviera una de sus
épocas doradas. Un género que abandonó en
parte el escapismo que desde siempre le había caracterizado
y afrontó propuestas temáticas y visuales más
creativas. Así, en 1968 se estrenaron dos de las películas
capitales de la ciencia ficción: 2001.
Una odisea del espacio, de Stanley Kubrick, y El planeta
de los simios, de Franklin J. Schaffner.
De hecho, sólo teniendo en cuenta el contexto
de los 60 puede comprenderse cómo un estudio, la 20th Century
Fox, decidió invertir casi seis millones de dólares
en una parábola apocalíptica protagonizada por unos
simios parlantes que tiranizan a la humanidad.
Aunque, claro, convencer al estudio de que produjera
El planeta de los simios fue casi un milagro. El primero
en darse cuenta del potencial de la novela La Plančte des Singes,
publicada en 1963 por el escritor francés Pierre Boulle,
fue el productor Arthur P. Jacobs. Éste llevó el
proyecto a la Metro Goldwyn Meyer, pero la película, que
iba a ser dirigida por Blake Edwards, fue finalmente desestimada
debido a su excesivo presupuesto, estimado en unos diez millones
de dólares.
Sin embargo, Jacobs no cejó en su empeño
y consiguió enrolar en el proyecto al escritor Rod Serling,
al actor Charlton Heston y al director Franklin J. Schaffner,
que años después ganaría un Oscar por Patton.
Juntos rodaron una escena de cinco minutos con Charlton Heston
interpretando el papel que depués haría en la película
y Edward G. Robinson como el simiesco Dr. Zaius.
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