Por Alejandro
del Pino
Al especular sobre el futuro de la civilización
o sobre la existencia de posibles sistemas sociales lejos del
planeta tierra, muchas obras literarias y cinematográficas
de ciencia de ficción han tejido profundas e inquietantes
alegorías sobre el hombre contemporáneo, sus miedos
y sus anhelos, sus fantasmas y sus deseos. Es el caso del mundo
imaginado por el escritor Pierre Boule en su novela El planeta
de los simios, donde describía una sociedad dominada
por inteligentes primates que esclavizaban y domesticaban a
los hombres en una lúcida metáfora del comportamiento
del civilizado "homo sapiens" con el resto de los animales.
En
1968 el imprevisible Franklin Schaffner realizó una adaptación
cinematográfica de la obra de Boule con Charlton Heston
como protagonista y Richard D. Zanuck en la producción.
La película consiguió un gran éxito de
crítica y público, se convirtió en un auténtico
clásico del cine de ciencia ficción y creó
una fecunda saga con versión televisiva incluida.
Treinta años después, uno de los
directores más imaginativos de la escena actual, Tim
Burton, toma el relevo y vuelve a la carga con una versión
actualizada de la parábola del mono inteligente.Y lo
hace arropado por una gran superproducción (en la que
repite Richard D. Zanuck) y su correspondiente campaña
promocional que ha ido estimulando el interés de los
espectadores desde varios meses antes de su estreno. Además
hay algún que otro guiño irónico a su predecesora,
como la participación del veterano Charlton Heston dando
vida a un simio que odia a los humanos y que enseña a
su hijo el poder de las armas de fuego.
El creador de algunos de los mejores cuentos
de hadas retorcidos del cine contemporáneo cumple en
su papel de ilustre y algo estrafalario artesano de la fábrica
de los sueños hollywodienses, ofreciendo ante todo un
impresionante espectáculo visual y una obra de entretenimiento
puro sin más (ni menos) pretensiones. Burton suaviza
su habitual estilo gótico y su sensibilidad opresiva
y romántica para tramar un film de aventuras clásico,
de guión tan previsible como eficaz, y con un ritmo ágil
y envolvente que no deja espacio para el aburrimiento (ni tampoco
para las preguntas incómodas).
El planeta de los simios made in Burton
fascina cuando prestamos atención a los elementos escenográficos,
como la jungla de aspecto inquietante, los paisajes desérticos
con reminiscencias bíblicas donde se desarrolla la gran
batalla o sobre todo, la abigarrada ciudad en la que los simios
emulan el comportamiento humano. Destaca también el trabajo
de maquillaje realizado por Rick Baker (un posible candidato
para los Oscar de 2002) y la habilidad con la que se han rodado
las escenas masivas (donde pueden encontrarse huellas del Kurosawa
épico).
Pero
la prioridad que da el director de Ed Wood al espectáculo
visual hace que la lógica argumental y la coherencia
narrativa queden en un muy lejano segundo plano. Algunas soluciones
del guión son escasamente imaginativas y forzadas, la
construcción de los personajes (sobre todo los humanos)
es muy pobre y en demasiadas escenas se cae en los peores tópicos
del género.
El resultado es una película brillante
pero insípida, que muestra la astucia y la competencia
visual del creador de Eduardo Manostijeras, pero despoja
la obra de Boule de todo su fuerza alegórica y de su
potencial para plantear cuestiones más inquietantes.
La versión de Burton carece de la hondura y la vitalidad
de las obras (tanto fílmica o literaria) originales,
y desde luego no parece destinada a convertirse en un clásico.
En definitiva se trata de un astuto y divertido vehículo
de entretenimiento que derrocha imaginación visual y
consigue mantener sujeto al espectador en su butaca durantes
las dos horas de proyección. Quizás el problema
es que ante un film de Burton y ante un punto de partida argumental
como este, algunos (entre los que me incluyo) esperábamos
mucho más.
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