6. La magia: De niño, Woody Allen estaba
fascinado con la magia. A ella le dedicó en 1981 una de sus obras
de teatro, The Floating Light Bulb, que llegó a representarse
en Broadway. Además, la magia se ha convertido en uno de los temas
claves del cine de Woody Allen a partir de los años 90; en Alice,
ayuda a Mia Farrow a superar la contradicción entre razón y sentimientos,
mientras que en Sombras y niebla aporta una interesante
solución a la trama. Muchas de sus últimas películas incluyen
elementos mágicos, desde Desmontando a Harry hasta La
maldición del escorpión de jade, en la que Woody Allen y Hellen
Hunt son hipnotizados por un extraño mago oriental que controla
sus mentes a través de las palabras Madagascar y Constantinopla.
7.
La religión: "Las religiones son como clubs, exclusivistas
todas. Fomentan el concepto de los nuestros para que sepas a quién
odiar". Eso al menos es lo que piensa Harry Block, el protagonista
de Desmontando a Harry, un escritor nihilista convencido
de que el mundo sería un lugar mejor si los líderes
de todas las religiones no pensaran que tienen línea directa
con Dios. Años atrás, en Hannah y sus hermanas,
Woody Allen ya había recorrido todas las creencias posibles
en busca de un significado para el universo, desde el catolicismo
hasta los Hare Chrisna. Su conclusión resulta insatisfactoria,
aunque sincera: "¿Y si no hay Dios y el universo no
tiene sentido? ¿Es que no te interesa la experiencia?".
8. El amor: "Las relaciones son como
tiburones, tienen que avanzar continuamente o si no mueren".
Las películas de Woody Allen están llenas de relaciones
que nacen y mueren, de personas que se enamoran siempre del más
inconveniente, de adulterios, de divorcios, de ex maridos y de
ex mujeres. Quizás Mariel Hemingway tenía razón
en Manhattan cuando afirmaba que quizás todos estamos
diseñados para tener varias relaciones satisfactorias a
lo largo de la vida. En todo caso, Woody lo sigue intentando porque,
como el personaje del chiste que cuenta al final de Annie Hall,
necesita los huevos.
9.
La muerte: "No es que le tenga miedo a morir, es que
no quiero estar allí cuando suceda". La muerte es
otro de los temas recurrentes en la filmografía de Woody
Allen, un elemento que subraya la irracionalidad de la existencia
humana. Así, cuando en Annie Hall comienza a salir
con Diane Keaton le regala dos inmensos volúmenes sobre
la muerte, en los que se apoya para exponer su teoría que
divide el mundo entre lo horrible y lo miserable. Curiosamente,
el personaje que interpreta Woody Allen sólo ha muerto
en una de sus películas, La última noche de Boris
Gruschenko (originalmente titulada Amor y muerte).
En ella, Boris muere fusilado para que Allen pueda bailar a sus
anchas con la Muerte, en un homenaje-parodia a El séptimo
sello, de su idolatrado Ingmar Bergman.
10. Los intelectuales: Woody Allen disfruta
cultivando una imagen poco intelectual de sí mismo. A menudo
se presenta como un tipo que prefiere ver un partido de baloncesto
por televisión que asistir a una reunión de la élite
cultural neoyorquina. "Los dos grandes mitos sobre mí
es que soy un intelectual porque llevo gafas y que soy un artista
porque mis películas pierden dinero", sostiene.
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