Pocos directores pueden presumir de tener una trayectoria
tan variada y a la vez tan coherente como la del cineasta neoyorquino
Woody Allen. Autor de 32 películas desde su debut en 1969,
su prolija filmografía puede bien estructurarse en torno
a una serie de motivos y temas recurrentes, que aparecen una vez
tras otra en su cine. En este reportaje recorremos la trayectoria
de Woody Allen a través de diez de sus motivos más
comunes.
1.
El jazz: Letras de tipo Baskerville blancas sobre fondo negro
y música de jazz de fondo. Así comienzan y concluyen
casi todas las películas dirigidas por Woody Allen. El
director rara vez utiliza música original en sus filmes;
por el contrario, generalmente incluye sus temas de música
clásica y jazz favoritos. Allen, que cada lunes toca el
clarinete con su banda en el Café Carlyle de Manhattan,
ha dedicado al jazz intensos homenajes como Acordes y desacuerdos,
un falso documental en torno al segundo mejor guitarrista
de jazz de la historia. Además, hizo cantar por Cole Porter
a los miembros del coro de una tragedia griega en Poderosa
Afrodita, y a los ángeles del cielo en Recuerdos
de una estrella.
2. El cine: El cine ocupa un papel fundamental
en la filmografía de Woody Allen. En la mayoría
de sus películas, Allen rinde homenaje a sus mitos del
cine, que van desde Ingmar Bergman hasta Fellini o los hermanos
Marx, pasando por filmes clásicos como Cantando bajo
la lluvia o La dama de Shanghai. Pero, además,
el cine como recinto adquiere un valor fuertemente emocional.
Es en un cine donde Mia Farrow se esconde de las privaciones de
la Gran Depresión en La rosa púrpura de El Cairo,
y donde se teje la complicidad entre Woody y su sobrina en Delitos
y faltas. También es en un cine donde, en Hannah
y sus hermanas, Woody Allen recupera las ganas de vivir en
un mundo sin sentido mientras ve una vieja película de
los hermanos Marx.
3. Nueva York: Música de Gershwin
sobre imágenes en blanco y negro del skyline de
Manhattan. Una voz en off que dice: "Capítulo primero.
Él adoraba Nueva York, la idolatraba de un modo desproporcionado...".
Además de una de sus mejores películas, Manhattan
es sin duda la más bella declaración de amor
a la Gran Manzana jamás filmada. En ella, como en todo
el cine de Woody Allen, Nueva York no es un mero escenario; es
un personaje más de la historia, una presencia continua
y determinante. Años después, en Hannah y sus
hermanas, Allen introduce como personaje a un arquitecto,
que lleva a una de las hermanas de Hannah a conocer sus edificios
preferidos de Nueva York. Es la excusa perfecta para seguir mostrando
sus rincones favoritos de la ciudad.
4.
El psicoanálisis:Ya en su época de cómico
de cabaret, Woody Allen se acostumbró al humor de diván.
Su timidez natural le ayudó a construir un personaje de
neurótico que años después daría con
él el salto al cine. Así pues, a lo largo de su
filmografía encontramos infinidad de psicoanalistas, no
ya sólo en las comedias sino también en dramas como
Otra mujer. Así, es lógico que cuando Woody
se convirtió en un insecto animado en Hormigaz,
tuviera que visitar al psiquiatra para superar su sentimiento
de falta de individualidad dentro del grupo.
5. El arte: "La vida no imita al arte,
la vida imita a la mala televisión". Es evidente que Woody Allen
conoce esta gran verdad, pero muchos de sus personajes lo ignoran
y por eso, aunque sean grandes artistas como el guitarrista Emmet
Ray o el escritor Harry Block, resultan incapaces de adaptarse
a la vida diaria. Mientras que sobre el arte puede ejercerse un
control casi total, no ocurre lo mismo con la vida. Annie Hall
se niega a regresar a Nueva York con Alvy Singer; sin embargo,
éste escribe una obra de teatro en la que ambos vuelven a estar
juntos. "Era mi primera obra", se excusa Alvy, "en el arte quieres
que las cosas sean perfectas, porque en la vida real resulta muy
difícil".
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