Por
Carlos Leal
Después de flirtear con el thriller en
La voz de su amo, el
director Emilio Martínez Lázaro regresa en El
otro lado de la cama al campo que le hizo popular a principios
de los 90, la comedia romántica. Y lo hace con una propuesta
prácticamente inédita en el cine español:
un musical a la americana en el que los personajes rompen a
cantar para expresar sus emociones e incluso se engarzan en
extravagantes coreografías cuando la situación
así lo requiere.
Lejos
de la grandilocuencia de películas como Moulin Rouge,
Martínez Lázaro apuesta por un musical cercano,
más próximo al Alain Resnais de On connait
la chanson o el Woody Allen de Todos dicen I Love You.
Como el primero, opta por una selección de música
popular que incluye clásicos del karaoke como "Hace
calor" de los Rodriguez o "Echo de menos" de
Kiko Veneno. Como Woody Allen, permite que sean los propios
actores los que interpreten las canciones, los cuales resuelven
la papeleta con simpatía, desparpajo y, todo sea dicho,
desigual fortuna.
La perfecta integración de los números
musicales dentro de la trama es sin duda una de las grandes
virtudes de El otro lado de la cama. Las delirantes coreografías,
diseñadas por el Premio Nacional de Danza Pedro Berdäyes,
se encuentran entre los momentos más divertidos de una
película que no teme hacer uso de todos los registros
de la comedia, desde el básico gag visual hasta
la ironía más sutil.
Trenza El otro lado de la cama las historias
de un puñado de treintaañeros madrileños
que se enamoran y se engañan, se pelean y se reconcilian,
y en el camino forman triángulos, cuadrados y toda clase
de prismas amorosos guiados por la pluma del guionista David
Serrano, autor de un libreto inteligente y construido con precisión
milimétrica.
Paradójicamente es en este tour de
force geométrico donde se esconde la única
pega que se le puede poner a la película. Sometidos a
los vaivenes del guión, los personajes de Paz Vega, Ernesto
Alterio, Natalia Verbeke y Guillermo Toledo quedan algo desdibujados,
y su decisiones se antojan caprichosas y emocionalmente inconsistentes.
Y uno no puede menos que recordar el consejo que le dan a la
protagonista de Todos dicen I Love You, cuando anuncia
su intención de escribir una novela sobre su familia:
"Mejor que sea un musical, o nadie se lo creerá".
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