Por Carlos
Leal
Si hay un género que tradicionalmente se
le ha resistido al cine español ese es sin duda el thriller.
Con algunas aunque muy honrosas excepciones, como Tesis
y Abre los ojos de Alejandro Amenábar, lo cierto
es que las películas que en los últimos años
se han atrevido a explorar este género han sido en general
mediocres (léase Al límite, Sé
quién eres o Nadie conoce a nadie, entre otras).
Por eso la nueva película del realizador Emilio Martínez-Lázaro,
La voz de su amo, resulta cuanto menos osada en su planteamiento.
El autor de comedias tan populares en su momento como Amo tu
cama rica o Los peores años de nuestra vida
nos sorprende con un largometraje atípico que adopta con
bastante acierto los códigos genéricos del cine
negro.
La
voz de su amo está ambientada en el Bilbao de 1980,
un año en el que, como se encargan de recordarnos los títulos
de crédito al principio de la película, la organización
terrorista ETA asesinó a más de cien personas. Sin
embargo, en contra de lo que sucede en la recientemente estrenada
El viaje de Arián,
en la película de Emilio Martínez-Lázaro
el tema de la violencia en el País Vasco es apenas un trasfondo
que da justificación a las innumerables muertes que se
suceden en la pantalla y no un motivo fundamental para la película.
De hecho, su director barajó durante un tiempo la idea
de ambientar esta misma historia en el mundo del narcotráfico
gallego en lugar de en Euskadi.
La película cuenta la historia
de Charli (Eduard Fernández), una antigua promesa del futbol
base que tras una lesión se gana la vida como guardaespaldas
de un importante empresario portugués afincado en Bilbao,
Oliveira (Joaquim de Almeyda). Ante los continuos atentados, Oliveira
encarga a Charli que proteja a su hija Marta (Silvia Abascal).
Entre ambos surge una fuerte atracción de imprevisibles
consecuencias.
Sin duda uno de los fuertes de
La voz de su amo es su guión, a cargo del propio
Emilio Martínez-Lázaro, que, a pesar de algunos
titubeos y un epílogo algo tópico y prescindible,
consigue mantener la tensión dramática y el interés
a lo largo de las casi dos horas que dura la película.
Asimismo, como ya se dijo anteriormente, adapta con habilidad
los códigos del cine negro y en función de esos
conceptos perfila a los personajes: Charli, un perdedor sin autoestima
atrapado en una cadena de acontecimientos que no acaba de comprender;
Marta, la mujer fatal que le arrastra en su caída y Oliveira,
un personaje con un evidente lado oscuro.
En el lado negativo, no se puede
obviar el mal trabajo de casi todo el reparto, y en particular
de los protagonistas. Eduard Fernández (Los lobos de
Washington) se muestra incapaz de llevar sobre sus hombros
el peso de la película y hace un papel con muy pocos matices,
mientras que Silvia Abascal y Joaquim de Almeyda tampoco están
precisamente acertados. Ni siquiera un veterano como José
Sacristán se escapa del mal nivel general y ofrece una
actuación decepcionante.
En todo caso, La voz de su
amo consigue mantener la tensión y el interés
de los espectadores a lo largo de toda la película, que
no es poco, y supone una de las aproximaciones al thriller más
interesantes que hemos visto en algún tiempo. Es una pena
que la puesta en escena no esté a la altura, porque en
principio el guión daba para más.
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