Texto:Carlos Leal.
Fotos: Archivo



Cine y drogas: historia de una adicción

El tráfico y el consumo de estupefacientes son dos temas cada
vez más recurrentes en las películas de los últimos años

Contra el imperio de la droga: Por más que los criminales resulten seductores y den lugar a magníficos personajes en la gran pantalla, el cine también ha tomado en muchas otras ocasiones partido por los agentes de la ley, esforzados defensores del orden establecido. La mayoría de las veces, los narcotraficantes se limitan a ejercer de malos y la droga es poco más que un McGuffin, por utilizar la terminología de Hitchcock.

Tras la caída del muro de Berlín, James Bond se vio obligado a sustituir la amenaza roja por un malvado narco en Licencia para matar, la última película de la serie que protagonizó Timothy Dalton. Del mismo modo, el antagonismo entre policías y traficantes ha dado lugar a infinitud de títulos de escaso interés, como Tango y Cash, Arma Letal 2 o la reciente Juego de confidencias.

French Connection: contra el imperio de la drogaSin embargo, a esta corriente también pueden adscribirse algunas películas de indudable mérito. Entre ellas, mención aparte merece French Connection, de William Friedkin, en la que un detective interpretado por Gene Hackman remueve cielos y tierra para atrapar al narcotraficante internacional encarnado por Fernando Rey.

Una rayita ocasional: En todo caso y al margen de thillers e intrigas policiacas, la droga es ante todo un fenómeno social al que el cine no puede sustraerse. El hachís, la cocaína o la heroína aparecen muchas veces como sustancias que se encuentran en el entorno de los protagonistas de la ficción cinematográfica, ya sean periodistas (Tinta roja), cineastas (Martín Hache), criminales (Pulp Fiction), o estrellas del porno (Boogie Nights). En estos casos rara vez se entra en consideraciones más profundas sobre las drogas, que aparecen más que nada como elementos meramente descriptivos o pintorescos.

La adicción: Muhas veces las drogas constituyen un serio problema social, y eso es algo que no pasa inadvertido a algunos cineastas comprometidos. Así sucedía con La ciudad está tranquila, de Robert Guèdiguian, en la que Ariane Ascaride interpreta a una mujer entrada en los cuarenta que se ve abocada a la prostitución para satisfacer la necesidad de heroína de su hija. Con un tono algo más irónico aunque no por ello menos riguroso afrontaba el problema Trainspotting, de Danny Boyle, de la que queda en el recuerdo la impactante escena del "mono" de Ewan McGregor. También Réquiem por un sueño, de Darren Aronofsky, mostraba el lado oscuro de la adicción a través de cuatro historias muy distintas.

Con sus altos y sus bajos, la relación del cine con las drogas es una adicción que va ya para los cincuenta años, y que nada indica que vaya a cambiar. Aunque, teniendo en cuenta la altísima calidad de algunas películas adscribibles a este subgénero, sólo queda alegrarse y esperar que la relación se mantenga aún muchos años más.

 

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