Texto: Carlos Leal.
Fotos: Archivo



Cine y drogas: historia de una adicción

El tráfico y el consumo de estupefacientes son dos temas cada
vez más recurrentes en las películas de los últimos años

Durante muchos años, el cine consiguió mantenerse alejado del mundo de las drogas. En la época dorada de Hollywood, ni siquiera los gángsters se acercaban al narcotráfico, una actividad condenada por el código de honor del hampa. Incluso en El Padrino, Marlon Brando se negaba en redondo a dedicarse a "cosas de negros"; también en Uno de los nuestros los capos de la mafia italiana prohibieron a Ray Liotta traficar con cocaína. Pero, como ambos casos atestiguan, no siempre resulta fácil resistir la tentación.

Johnny Depp en BlowEl cine estadounidense descubrió las drogas a mediados de la década de los 50, en una época en la que la desintegración del sistema de los estudios y la renovación temática que trajeron consigo las nuevas ficciones televisivas orientaron a Hollywood hacia un tipo de películas de corte social. Mientras Blake Edwards relataba los estragos del alcoholismo en Días de vino y rosas, Otto Preminger se atrevió con un tema algo más controvertido, haciendo de Frank Sinatra un adicto a la heroína en El hombre del brazo de oro.

Luego llegaron los 60, con su sexo, drogas y rock and roll, y estas sustancias quedaron definitivamente ligadas a la historia del cine. Desde entonces, el séptimo arte se ha asomado al mundo de las drogas desde muy distintos puntos de vista y con tonos también diversos, desde el thriller al drama o el biopic. Traffic, Réquiem por un sueño y Blow son sólo tres recientes ejemplos de las fluidas y fructíferas relaciones que el cine mantiene con la drogadicción.

Ángeles caídos: No importa que en su momento fueran más grandes que Jesucristo, muchos son los narcotraficantes de la gran pantalla que han terminado cayendo en desgracia. Una fría celda, el exilio o incluso una bala entre ceja y ceja son las sorpresas que el destino depara a los capos de la droga. Y es que, en definitiva, el crimen se paga, y muchos de estos criminales no saben cuándo retirarse; otras veces, la retirada no es una opción.

Al Pacino ya pasó por esto en Atrapado por su pasado y El precio del poder, un remake del clásico Scarface dirigido por Brian De Palma en el que las drogas sustituyen al alcohol. También Ray Liotta aprendió esta difícil lección en Uno de los nuestros, biopic del mafioso arrepentido Henry Hill. Sin embargo, a dos de sus compañeros de fechorías, Robert De Niro y Joe Pesci, no les debió de quedar tan claro, pues cometieron este mismo error apenas cinco años después en Casino, también de la mano de Martin Scorsese. El último en apuntarse a uno de estos cursillos de aprendizaje rápido ha sido Johnny Depp, que protagoniza junto a Penélope Cruz y Jordi Mollà la recientemente estrenada Blow, donde da vida al traficante de cocaína George Jung.

 

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