Por Alejandro
del Pino
Hay términos que al ser
usados de una manera abusiva e indiscriminada se gastan y pierden
su sentido original. Así, gracias a la inteligencia e insistencia
de ciertos mensajes publicitarios, comenzamos a asociar el concepto
de revolución con las "increíbles prestaciones"
que puede ofrecer un automóvil y desde hace unos años
la libertad está relacionada con una compañía
de telecomunicaciones.
Algo
parecido ha ocurrido con el llamado cine independiente (invento
made in USA), un auténtico saco roto en el que cabe
de todo, desde producciones modestas imposibles de catalogar a
convencionales y no precisamente baratas películas que
explotan los tópicos más manidos del cine de género.
En este segundo grupo se inscribe Juego de confidencias,
film dirigido por el realizador australiano Michael Rymer y protagonizado
por Omar Epps que con un presupuesto de 1.000 millones de pesetas
ha sido un inesperado éxito de taquilla en Estados Unidos.
Pero Juegos de confidencias
también nos remite a la década de los 70, a los
tiempos dorados del Blaxploitation, un género recuperado
y homenajeado por Tarantino en Jackie Brown. De hecho,
el film incluye en su reparto a Pam Grier, la re-sucitada musa
del género que protagonizó Jackie Brown,
y que en esta ocasión encarna a una detective veterana
con un papel secundario pero crucial en la resolución de
la trama.
A grandes rasgos, Juego de confidencias
es cine policiaco protagonizado por negros con un marcado carácter
comercial, importantes dosis de acción y violencia y algo
de sexo y romanticismo de video clip. Todo tan trasparente, claro
y directo (por no decir superficial, simple y tosco) que no deja
lugar para la especulación intelectual o la confusión
ideológica y por tanto no marea al espectador con falsas
expectativas. Es cine consumible y quizás disfrutable si
uno no se empeña en buscarle cinco pies al gato.
Desde
las primeras escenas sabes que es lo que va a ocurrir y con quien
tienes que identificarte (policía buena versus droga mala)
y su máximo reto está en mantener el ritmo y la
tensión narrativa. Algo que Juego de confidencias
logra gracias a un guión eficaz (y por lo que parece muy
bien documentado) y a la utilización de ciertos recursos
narrativos como los flashback (en la línea de Tarantino)
que consiguen dar dinamismo dramático al film.
La convencionalidad y el conservadurismo
de la película queda subrayado por su torpe y precipitado
final, cinco minutos en los que todo queda resuelto y la conciencia
del publico estadounidense tranquila. Al menos, al malo malo no
lo envían a la silla eléctrica. Sólo le caen
dos cadenas perpetuas.
El reparto de Juego de Confidencias
está encabezado por Omar Epps, conocido por su participación
en series televisivas como Urgencias y La Hora de Bill
Cosby y que hemos podido ver en dos películas estrenadas
recientemente: Dracula 2001 y Brother de Takeshi
Kitano. Además de la citada Pam Grier, en el reparto de
también destaca el cantante rap LL Cool J que encarna con
vigor y credibilidad a Dwayne Gittens, una especie de Corleone
negro (al que llaman Dios) que controla el mercado de la droga
de Cincinatti. La presencia de LL Cool no es casual en un film
donde tiene mucha importancia la ambientación musical que
intercala hip hop, melodías románticas y pasajes
jazzísticos.
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