Festival Punto de vista: Palmarés y cierre
Los premios a Forever, de Heddy Honigmann, y Radiophobia, de Julio Soto, ponen fin a la tercera edición de la muestra navarra.
Penélope Coronado
Lo mismo que
Punto de vista es breve en la extensión de la programación que propone
–seguramente sea de los pocos festivales donde el espectador pueda
ver íntegra la sección oficial sin perderse y sacrificar otras tantas
películas–, breve incluso en el metraje porque los documentales requieren
de una no muy extensa extensión en el tiempo fílmico; su palmarés
se ha concentrado en cinco premios, uno de ellos ex aequo, curiosamente
el premio a la mejor dirección ha recaído en un mediometrajista. Lo
breve no quita lo valiente.
Punto de vista
ha tocado a su fin. Éstos han sido los premios.
Premio Especial
del Público: Radiophobia, de Julio Soto. El filme narra el regreso
a Pripyat, pasados veinte años del desastre, de algunas víctimas que
vivieron Chernóbil. Sus imágenes casi ficticias nos muestran cómo
fue entonces y cómo es ahora la cuidad que una vez fue próspera gracias
a la central nuclear. El mayor acierto de Soto es filmar el horror,
pero enseñándolo sólo a través de los rostros de los supervivientes.
Mención Especial:
Nuestra América, de Kristina Konrad ex aequo Orange winter,
de Andrei Zagdansky.
El primero
es el viaje que vuelve a emprender la directora a Nicaragua, donde hace
más de veinte años filmó unas libertarias imágenes: dos mujeres
combatientes daban fe de la revolución, una de ellas recitaba versos
de Rubén Darío. Se oponen en el film dos Nicaraguas: la de entonces,
en blanco y negro y con ideales, la de ahora, descreída y donde parecen
tener menos calado los versos del poeta indígena. El segundo, Orange
winter, también gira en torno a una contraposición espaciotemporal
a partir de unas imágenes del pasado que sirven como punto de partida.
La historia se circunscribe a Ucrania: un extraño vínculo une La
tierra, de Alexander Dovjenko, la primera película ucraniana de
la historia, con la revolución naranja, o la revolución pacífica
más importante tras la caída de la URRS.
Premio al Mejor
cortometraje: "Aunque hubiese sido una criminal...", de Jean Gabriele
Périot. Cinta que regresa a una etapa negra de la historia de Francia:
en el verano de 1944, después de la liberación, se inicia la revancha
y a las mujeres que confraternizaron y frecuentaron alemanes se les
tacha de culpables; un tema cuasi resnaisiano por cuestionar un pasado
que prefiere zanjarse con el olvido.
Premio Jean
Vigo al mejor director: Tomasz Wolski, por The clinic, un mediometraje
en torno a aquellas microhistorias que ocurren cuando se es anciano
en un hospital de Cracovia. Añadir que el festival navarro demuestra
su predilección por este director de la no ficción no sólo por nombrar
así uno de sus premios: este año su cabecera emulaba a un nadador
como el que filmara mudo el director de Cero en conducta.
Gran Premio
Punto de vista a la Mejor película: Forever, de Heddy Honigmann.
Un manual fílmico sobre los pequeños secretos del arte, de la vida
y la muerte. En Père Lachaise existe todo un micro mundo donde los
vivos le siguen rindiendo tributo a los muertos. Desde su mirada íntima,
Honigmann nos enseña los entresijos de un cementerio, sabiendo encontrar
aquellas historias mínimas que unen a Jim Morrison con una anciana
cuyo marido yace enterrado en el mismo barrio que la frecuentada tumba
del ex líder de "The Doors", a Chopin con una pianista japonesa que de
alguna manera hace eterno al compositor al interpretarle al piano, a
Marcel Proust con un joven coreano que lleva al escritor de En busca
del tiempo perdido madalenas.
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