El peso de un Goya
Con dieciséis ediciones a sus espaldas, los Goya se han convertido en un premio cada vez más pesado
David Montero
A día de hoy, los Goyas pesan bastante y no sólo de forma literal. Tras diecisiete ediciones, los premios que otorga la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematograficas se han convertido en un acontecimiento de primera línea en nuestro país, un reconocimiento anual a actores, directores y técnicos del cine español que aviva la cartelera pocos meses antes de que se dispare la carrera de los mayores y los Oscars entren en acción. Pero más allá del negocio y el homenaje, en los últimos años los Goya también se han transformado en una vía de expresión plural a través de la cual el colectivo del cine ha hecho saber su opinión sobre temas como la guerra contra Iraq o el conflicto en el País Vasco; una opinión que comienza a acaparar portadas en los periódicos y que ha dado a los Goya un cierto peso ideológico que, en realidad, nunca ha sido del todo ajeno a los premios.
El nacimiento de los Goya esta irremisiblemente unido al de la propia Academia de las Artes y las Ciencias Cinematograficas, una institución que vio la luz en 1986 con el afan de representar y promocionar el cine español. Entre el heterogéneo grupo de fundadores de la Academia (Luis García Berlanga, Carlos Saura, Marisol Carnicero, Tedy Villalba, José Sacristán, Charo López, Pablo González del Amo, Luis Matesanz, Manuel Matji, José Nieto, Carlos Suárez...) se acordó casi de inmediato la instauración unos premios que actuasen como escaparate del cine español. La elección de Goya como figura representativa fue, al parecer, unánime. “Podría haber sido el Luis Buñuel, o el Juan Antonio Bardem. Se pensó en el Goya, además del valor plástico, ya que el premio define el espíritu artístico, tampoco en Francia el César, ni el Oscar tienen relación directa con el mundo del cine. Es un nombre sonoro, conocido internacionalmente”, explica Emilio Gutierrez Caba, ganador bastantes anos mas tarde de dos Goyas por su trabajo en La Comunidad de Alex de la Iglesia y en El cielo abierto de Miguel Albadalejo.
Siempre a principios de año y en Madrid (sólo en 2000 la ceremonia se trasladó a Barcelona) los premios Goya han variado desde su inicio el número de categorías que se premian de 18 en la primera ceremonia de entrega a 24 junto a un galardon de honor; además, en 1999 se aumentó el número de nominados por apartado de tres a cuatro. A lo largo de su corta historia, los Goya han acumulado una nómina de ganadores variada y caprichosa. El honor de ser la actriz principal más premiada es en la actualidad para Carmen Maura, mientras que en el apartado de mejor actor Alfredo Landa, Javier Bardem y Fernando Fernán Gómez comparten el título con dos premios cada uno. Por otro lado, los únicos directores que han logrado más de un Goya al mejor realizador son Fernando Trueba y Fernando León, con dos cada uno. Pero, sin duda, lo más importante son las películas y, en este apartado el mayor número de galardones lo acumula ¡Ay, Carmela! de Carlos Saura, con trece estatuillas, mientras que la más nominada, con 19, fue Días Contados, de Imanol Uribe, en 1995.
Sin embargo, lo que ha dado a los Goyas la popularidad de la que hoy disfrutan entre los españoles han sido momentos concretos, salidas de tono que han convertido la ceremonia en un evento imprevisible e interesante por encima del boato de los premios o de la manida naturalidad de los guiones. Almodóvar cantando el cumpleaños feliz al Príncipe de Asturias, el clamor contra la guerra el pasado año o las manos blancas de Borau contra el terrorismo se han convertido en la tarjeta de presentación más sólida de los Goya: un premio que cada año pesa más.
| Comparte este texto: