Querido Andrei
El Festival Punto de Vista de Navarra homenajea a Andrei Tarkovski a través de un ciclo de documentales
Álex G. Calvo
Coincidiendo
con el 75º aniversario del realizador ruso Andrei Tarkovski –20 años
después de su muerte debida a un cáncer de pulmón– el festival
de cine documental Punto de Vista ha querido homenajear a tan particular
maestro de la cinematografía. Tarkovski compuso una carrera cinematográfica
relativamente corta –7 largometrajes– todos ellos en el terreno
de la ficción. Claro que esto no es decir nada sobre la obra del cineasta
ruso, pues la obra de Tarkovski, en especial a partir de Solaris
(1971), entra en terrenos de la metafísica para realizar lecturas tan
crípticas como sobresalientes a la vez que inculca un mensaje muy crítico
con la sociedad rusa de carácter burgués. Sin ser documentalista propiamente
dicho, su cine traspasa las fronteras de la lógica para realizar extrapolaciones
de carácter social a través del género fantástico: su lectura de
las novelas de ciencia–ficción de Stansilav Lem –Solaris–
y de los hermanos Aradi y Boris Stovgatsi –Stalker
(1979)– aprovechan la coyuntura genérica para construir una peculiar
filosofía existencial que posee sus mejores armas en la construcción
plástica de un entorno surrealista y en un tempo narrativo casi detenido,
que permite respirar y asfixiar a partes iguales la acción dramática.
Punto
de Vista homenajea al artista a través de las miradas de otros cineastas.
Cortometrajes, mediometrajes y largometrajes documentales que se acercan,
casi todos en clave experimental, a la figura y la obra del realizador
ruso, en un intento doble de estudiar y homenajear a uno de los últimos
maestros del cine del siglo XX. Tarkovski, como Pasolini y Fassbinder,
era un marciano estilístico, creó su propia manera de entender el
arte cinematográfico y creó un buen número de seguidores de muy distinto
interés. El mejor de todos ellos –aunque sería mejor nombrarlo como
el más fiel– es el cineasta ruso Alexandr Sokurov, conocido en nuestro
país por ser el autor de El arca rusa (2002): es su única película
estrenada, pese a ser uno de los realizadores más brillantes de la
actualidad y poseer una extensa filmografía. Su obra Elegía de
Moscú (1988), película documental que pretendía ser un regalo
por el 50º aniversario del maestro, acabó convirtiéndose en un regalo–obituario,
pues las autoridades rusas bloquearon la producción de la misma hasta
que la muerte del cineasta se adelantó a su culminación. El film se
pasea por los hogares donde vivió Tarkovski, persiguiendo las huellas
históricas que acabaron convirtiéndose en visibles a través de su
obra. El film se integra en la colección de Elegías de Sokurov
–hasta la fecha lleva seis, la última de las cuales Elegy of life
(2006) se proyectó en una sesión especial dentro del festival–,
donde ha realizado su particular homenaje, en clave melancólica, a
su país natal.
Una
de las obras más interesantes del ciclo es The responsability of
the artist (1978), una entrevista para la televisión finlandesa
realizada por Risto Mäenpää durante el rodaje de Stalker.
Película que sirve para aproximarnos a la obra del cineasta a través
de sus propias palabras –el mensaje no se aleja en demasía de lo
expuesto en el libro del propio Tarkvovski Esculpir el tiempo–
y que se creía perdido: su última emisión fue en los años setenta
en la propia televisión finlandesa. Otro homenaje a través de las
palabras de la gente que rodeó al cineasta es el propuesto por su propio
hijo, Andrei A.Tarkovski, en Andrei Tarkovski: The Recall (1996)
–codirigido por Alexei Naydyonov–, rodado poco después de la muerte
del realizador y que se trasluce como un homenaje lírico a la figura
de su padre ausente.
El
viaje que inició Andrei (hijo) para poder encontrarse con su padre
tras años de separación –las autoridades de la URSS le negaron el
visado durante cinco años para poder reunirse con sus padres exiliados–
es el punto de partida de otra de las maravillas cinematográficas del
realizador francés Chris Marker –que podría ser el padre adoptivo
de este festival–, cuya obra dinamita los márgenes existentes entre
ficción y documental como ninguna otra lo ha hecho. Lo que empieza
con el abrazo a su hijo de Tarkovski postrado en la cama, mientras prosigue
con el montaje de su última obra, Sacrificio
(1985), acaba convirtiéndose en un viaje por la obra del realizador
estableciendo conexiones entre vida y obra de una manera magistral.
Otro
ensayo interesante es el filmado por el realizador argentino Edgardo
Cozarinsky –cuya última película, Ronda nocturna
(2005) se ha estrenado en nuestro país hace bien poco–, mitad cineasta,
mitad estudiante del cine, el realizador de Les cinema de Cahiers
(2001); ha experimentado el documental televisivo que ahonda en las
raíces que fusionan crítica y cine y el análisis literario de figuras
como Henry James o Jorge Luis Borges. Su película documental Andrei
Tarkovski, poesía y verdad sirve como un ensayo analítico, quizás
algo artrítico, pero interesante, como una especie de estudio crítico
realizado en imágenes, una herramienta que pese a resultar sumamente
interesante, escasamente ha sido utilizada. La palabra escrita sigue
ejerciendo su particular dictadura sobre la creación cinematográfica.
El
ciclo Querido Andrei se completaba con una mesa redonda que versaba
alrededor de la visión que estableció Tarkovski sobre nuestro presente,
que contaba con la colaboración de Mikhail Vartanov, Alexander Gordon,
Vietcheslav Amirkhanian y Marina Tarkovskaya; y con la lectura –en
colaboración con Radio 3– de una novela perdida de Tarkvoski Cambio
de rumbo. Magnífico.
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