Right Here, Right Now
El estreno de Be Cool devuelve a las pantallas a John Travolta y Uma Thurman, la pareja que Quentin Tarantino inmortalizó en Pulp Fiction
David Montero
Una de las cosas que, tras la prueba de muchos visionados, aún llama invariablemente la atención en Pulp Fiction (Quentin Tarantino, 1992) es la facilidad y la sutileza con la que el filme provoca entre sus espectadores un aluvión de sensaciones contradictorias y, sin embargo, simultáneas. La acción ni se prevé ni se va dibujando en la pantalla, sencillamente explota con el sonido rotundo de un disparo, poniendo en marcha una montaña rusa que se mueve a ritmo de vértigo y destroza las barreras que separan la diversión de la angustia, el disgusto de la sorpresa, el aprecio por unos personajes vulnerables del sobresalto repugnante ante algunas de sus acciones.
Una de esas fronteras rotas, la que más divertida le parece al que suscribe, es la que separa lo normal de lo excepcional a lo largo de las dos horas que dura el filme. Pulp Fiction es netamente “cool” con sus gangsters de traje oscuro, sus cañones recortados, las melodías setenteras en la radio o sus restaurantes imposibles. Un filme de “polla dura”, como le gusta repetir al propio Tarantino. Y sin embargo la película también está hecha con un exquisito respeto por lo cotidiano: la mujer que regresa a casa cansada del trabajo, la novia que recrimina a su chico que haga voces que no le gustan, los dos amigos que charlan acerca de la personalidad de ciertos animales en una soleada mañana de Los Angeles, vestidos como si hubiesen decidido pasar el día en una piscina pública, mientras sus mujeres esperaran en casa para salir con la familia. Pero bajo la camiseta playera ocultan dos cañones de nueve milímetros y en cualquier momento la película regresa a su ser, las personas se convierten en personajes...
Se trata sólo de un ejemplo de la que quizás sea la característica más sorprendente de la película, su habilidad cinematográfica para convertir en fácil lo extremadamente difícil, recurriendo para ello a un cine de base, a esa sencilla fascinación que destilan las historias que van tomando forma por sí solas, donde los giros del guión, por bruscos que sean, acaban adquiriendo un tono necesario o una coherencia que va más allá de toda lógica, pero que posee un peso aplastante dentro de la propia película. Quizás por eso, en una película de Quentin Tarantino, como en una de Sergio Leone, nunca hay que subestimar la importancia de la primera escena. En Pulp Fiction, dos delincuentes de poca monta, pero con aspiraciones, charlan acerca de su “negocio”; al principio de forma casi desinteresada; poco después, a medida que elaboran ideas, con una excitación que se va transformando en urgente necesidad, hasta que un proyecto aparentemente ridículo (robar una cafetería en el centro de Los Angeles a plena luz del día) se convierte en absolutamente irrenunciable. “Right here... Right now”..., susurra Amanda Plummer. Y es un anuncio que vale para toda la película.
Otro magnífico ejemplo de la maestría de Tarantino es la forma, aparentemente sencilla, en la que la que la película encuentra su estructura interna, organizando la acción en viñetas donde distintas historias se entrelazan y sobrescriben, avanzando y retrocediendo en el tiempo como alguien que lee una serie de cómics de forma desordenada. Primero el número cuatro, luego el dos, el tres y finalmente el uno. El resultado final provoca en el espectador una sensación de tiempo deslavazado, fuera de sus goznes; un inteligente ejercicio que ha tenido múltiples imitadores desde entonces, pero que en su momento debió parecer a muchos en Hollywood un pasaporte directo hacia el fracaso comercial.
Pero cuando uno ve Pulp Fiction resulta tan fácil, y casi tan placentero, perderse en las piezas del puzle como en los diálogos, en textos que rozan lo surreal con la misma familiaridad y soltura con la que tratan lo trivial. De las hamburguesas Big Kahuna a la interpretación de la Biblia, de Buddy Holly a la lealtad entre amigos, de los pasteles de cereza y las motocicletas “chopper” a los problemas del matrimonio... Son en realidad las innumerables conversaciones, ciertas líneas de diálogo, las que revelan mejor que ningún otro elemento en Pulp Fiction el atractivo de la cinta, mostrando una vez más que lo imprescindible para que una historia funcione es saber contarla.
| Comparte este texto: