Un día perfecto para un exorcismo
32 años después de su estreno, llega a las pantallas la precuela del clásico del terror de William Friedkin El exorcista
Carlos Leal
Corría el año
1973 cuando el cineasta William Friedkin se aventuraba a llevar
a la gran pantalla uno de los best sellers más polémicos
de la literatura estadounidense, El exorcista de William
Peter Blatty. Por aquel entonces, Friedkin era uno de los autores
con más proyección del cine de Hollywood y acababa
de tocar el cielo apenas dos años atrás con The
French Connection, con la que ganó cinco de los principales
oscars. Poco podía sospechar en ese momento el director
estadounidense que se estaba acercando al hito más importante
de su carrera, un clásico indiscutible que revolucionaría
el cine de terror en los años siguientes.
El
proyecto de llevar a la pantalla la novela de William Peter Blatty
llevaba sobre la mesa de la Warner Bros. desde el mismo momento
en el que se publicó, en el año 1971. Antes de que
William Friedkin desembarcase en el proyecto, había pasado
por las manos de Stanley Kubrick y John Boorman entre otros, que
terminaron declinándolo. Después de que fracasaran
las negociaciones con la actriz Shirley MacLaine, en torno a la
cual William Peter Blatty había modelado a la madre de
Regan, Friedkin se decidió por un reparto semidesconocido,
que incluía al dramaturgo Jason Miller y al actor sueco
Max Von Sydow.
La leyenda en torno
a El exorcista comenzó a forjarse ya durante el
rodaje. Las condiciones de trabajo resultaban muy complicadas,
comenzando por el escenario: La habitación de Regan, en la que
se desarrolla la mayor parte de la película, fue construída
dentro de una cámara frigorífica para que se pudiera ver el vaho
de los actores saliendo de sus bocas al respirar. Una circunstancia
que resultó especialmente dolorosa para la niña
Linda Blair, que debía interpretar sus escenas vestida
sólo con un fino camisón de tela a temperaturas
por debajo de los cero grados. Además, se cuenta que el
director William Friedkin disparaba armas de fuego en el set e
incluso llegaba a golpear a los actores para conseguir los estados
de ánimo que deseaba para cada toma.
El
rodaje estuvo jalonado por todo tipo de accidentes y tragedias,
que elevaron el presupuesto del filme desde los cinco millones
de dólares iniciales a los más de doce que terminó
costando. Un total de nueve personas relacionadas directa o indirectamente
con la película murieron durante su producción, incluyendo al
actor Jack MacGowran, que interpretaba al director de cine amigo
de la madre de Regan. Además, uno de los decorados ardió
durante un fin de semana, sin que fuera posible establecer el
origen del incendio. Friedkin llegó incluso a pedir a un sacerdote
que exorcizara el plató, a lo que éste se negó alegando que sólo
aumentaría el clima de inquietud.
Sin embargo, esto no
fue nada comparado con la reacción que provocó entre los espectadores
una vez se estrenó, el 26 de diciembre de 1973. Inmensas colas
en torno a los cines, que tuvieron que hacer sesiones especiales
para atender la demanda, personas que se desmayaban o huían de
las salas durante la proyección, gritos a la orden del día...
En pocas semanas El exorcista recaudó más
de 160 millones de dólares y se convirtió en la
segunda película más taquillera de la historia,
superada tan sólo por El padrino.
Por
encima del hecho cinematográfico, la película se
convirtió en un fenómeno social. Después
de verla, un amigo del príncipe Carlos de Inglaterra se quemó
a lo bonzo en una iglesia, el barbero de James Cagney se hizo
sacerdote, el predicador evangelista Billy Graham dijo que el
demonio vivía en el interior del filme. Y lo que es aún
más improbable, la Iglesia Católica aceptó sus planteamientos
morales; de hecho, la película se inspira en un suceso real que
se produjo en 1949 en Maryland, y que supone el tercer caso de
posesión demoníaca admitido por la Iglesia en toda la historia.
El éxito de El
exorcista supuso una trasformación radical en el ámbito
del cine de terror. Los efectos especiales, visuales y de maquillaje,
totalmente inusitados para su época, fueron imitados hasta la
saciedad por películas posteriores y se convirtieron en clichés
cinematográficos. Además, la película de
William Friedkin abrió el camino a otros títulos
como La semilla del Diablo o La profecía,
igualmente centradas en la encarnación del mal en La Tierra.
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