Michael Haneke: El cine como revulsivo moral
El director austríaco estrena en España Caché - Escondido, la gran triunfadora en los últimos premios del cine europeo
Carlos Leal
Si hay una línea que une las diversas películas de Michael Haneke es su capacidad para
provocar una respuesta visceral en el espectador. Su cine ha recibido todo tipo de calificativos:
existencialista, desasosegante, comprometido e incluso brechtiano, pero el controvertido realizador
austríaco prefiere huir de etiquetas. El suyo es un cine inteligente y apasionado, que busca despertar
y agitar las conciencias de la adormecida sociedad occidental.
Algo que ya consiguió con sus tres primeros largometrajes, conocidos como la Trilogía de la
glaciación emocional. Su ópera prima, El séptimo continente (1989), trazaba un duro
retrato de su generación, los nacidos durante la Segunda Guerra Mundial y la posguerra, a través del
caso real del suicidio de una familia de clase media vienesa. Haneke se mantuvo a la altura de las
expectativas en su segundo largometraje, El vídeo de Benny (1992), el primero que tuvo una
distribución internacional amplia. Este brutal drama narra cómo un adolescente aficionado al
cine gore cruza la línea de la cordura y asesina a una joven amiga suya sin un motivo aparente
mientras graba todo el proceso con su cámara de vídeo.
Otro acto de violencia aleatoria, un tiroteo en un banco el día de Nochebuena, inspiró 71
momentos para una cronología del azar (1994), la película que cerró su Trilogía de la
glaciación emocional. Tres años después, Haneke alcanzó la consagración internacional con Funny
Games, que ganó diversos premios en Chicago, Oporto y Ghent y participó en la sección
oficial de Cannes.
Funny Games retoma dos de los motivos fundamentales de la filmografía de Haneke: la violencia
injustificada y la importancia de la mediación tecnológica, a través de una historia que narra
cómo una familia alemana de clase media es secuestrada, torturada y finalmente asesinada por una pareja
de jóvenes psicópatas. De nuevo, la película no ofrece motivos o justificación para los
crueles actos de sus dos protagonistas. A la pregunta de por qué lo hacen, ambos responden con un
cínico e insatisfactorio "¿Por qué no?". Haneke huye de explicaciones
seudopsicológicas que proporcionen un cierto consuelo emocional y fuerza al espectador a construir una
respuesta por sí mismo.
Sin embargo, la película sí sugiere un responsable, los medios de comunicación y en
concreto el medio cinematográfico. Conforme avanza el filme, el espectador se descubre cómplice
de las torturas que se suceden en la pantalla a través de sus propias expectativas: se hace evidente
que los asesinos practican sus "juegos divertidos" para satisfacer la demanda de un público
alienado. En su anhelo por vapulear las conciencias de sus espectadores, Michael Haneke rompe las convenciones
cinematográficas del thriller; incluye muertes de animales y niños y prescinde del final
feliz. Todo ello para denunciar cómo los medios trivializan la violencia e insensibilizan a su
público.
El año 2001 vio el estreno de dos de sus películas más conocidas, Código desconocido y La pianista. Por primera vez, Haneke decidió trasladar sus rodajes a Francia, e incluyó en el reparto rostros conocidos del cine francés (rodó la primera con Juliette Binoche y la segunda con Isabelle Huppert). La pianista le proporcionó además el Premio Especial del Jurado en el Festival de Cannes, así como los galardones de interpretación para Benoît Magimel e Isabelle Huppert.
Ahora, tras la pobre distribución que tuvo El tiempo del lobo, Haneke regresa a nuestras pantallas a lo grande con Caché - Escondido, un peculiar thriller en torno a la culpa con el que promete seguir revolviendo conciencias.
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