En armas
Tres meses después de Alejandro Magno, Oliver Stone regresa con Looking for Fidel la segunda parte de su documental sobre Fidel Castro
David Montero
Resulta realmente difícil decidir si Oliver Stone disfruta viviendo rodeado por la polémica o si la controversia que genera es sólo un accidente; si él se limita a ser y a opinar y todo lo demás llega después por añadidura. Lo que está a claro es que desde el asesinato de Kennedy hasta los efectos asesinos de la “telebasura”, ha habido pocos charcos, sobre todo políticos, en los que el director neoyorquino no haya metido sus zapatos. En ocasiones, hasta deben quedar poco sucios para su gusto, ya que se permite el lujo de repetir, como podemos comprobar esta semana en cartelera gracias al estreno de Looking for Fidel, segunda parte de su encuentro con Fidel Castro.
La propia vida de Oliver Stone está llena de contradicciones. Reconocido activista de izquierdas, tuvo una educación exquisita y acabó su juventud alistándose para ir a Vietnam, una guerra que cambiaría su vida. Allí sirvió durante quince meses y volvió a los Estados Unidos como un héroe, condecorado con una Estrella de Bronce y un Corazón Púrpura al valor. Sin embargo, tras Vietnam su vida no volvió a ser la misma y Stone, que ahora se movía entre los círculos artísticos de Nueva York, decidió dedicarse al mundo del cine. Su ánimo secreto era contar lo que nadie contaba, el reverso oscuro del tan cacareado sueño americano: el cine de Oliver Stone sería profundamente político o no sería.
Tras alternar trabajos esporádicos de guionista, en proyectos tan dispares como Conan, el bárbaro o El expreso de media noche, por el que ganó su primer Oscar, pasó a dirigir sus propias películas y casi de inmediato la provocación se cruzó en su camino con Salvador, un ácido y duro filme sobre un sarcástico periodista norteamericano que acude a cubrir la revolución salvadoreña. Desde ese momento, Stone pocas veces se desviaría del camino que ya tenía en mente, dirigiendo películas como la demoledora Platoon, ganadora de cuatro Oscars, entre ellos uno al mejor director; Wall Street, sarcástico retrato de los “brokers” neoyorquinos, The Doors o Nacido el cuatro de Julio, donde dirigió a Tom Cruise en una nueva perspectiva sobre las consecuencias de la guerra de Vietnam.
Sin embargo, su momento de mayor éxito (la polémica más aguda) llegaría con JFK, filme de cierto afán documental, protagonizado por Kevin Costner, en el que Stone exponía sus dudas sobre las investigaciones llevadas a cabo tras el asesinato del presidente Kennedy. La película, de más de tres horas y con más de 200 personajes en el guión, desató un intenso debate público en los Estados Unidos sobre los documentos secretos que el estado norteamericano ocultaba con celo desde el magnicidio. Desde entonces, la estrella combativa de Stone se ha ido apagando al tiempo que crecía su fama como escritor y se multiplicaba su trabajo como productor.
Títulos como Asesinos Natos, sobre terrible el poder de la televisión su visión en tiempos difíciles; Nixon, con Anthony Hopkins como protagonista; el “thriller” Giro al Infierno o la película de corte deportivo Un domingo cualquiera han ido jalonando un lento pero progresivo descenso en la calidad y el interés de los filmes de Oliver Stone. Su último título, Alejandro Magno, en la que no ha escatimado medios para recrear la vida del conquistador macedonio, ha sido la primera apuesta (a medias fallida) por volver a días mejores. Su éxito en nuestro país ha provocado el pronto estreno de Looking for Fidel, una oportunidad más para disfrutar del afán combativo de Oliver Stone.
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