Pedro Almodóvar: del underground al melodrama
Pedro Almodóvar da un nuevo giro a su carrera con La mala educación, que culmina un recorrido que ha pasado por etapas muy distintas
Alejandro del Pino
Apenas dos años después de triunfar en todo el mundo con Hable con ella, Pedro Almodóvar está de vuelta. La mala educación, su nueva película, es una personal revisión de la formación que recibió cuando era niño en un colegio de curas de la España profunda. En las últimas tres décadas, el autor de Mujeres al borde de un ataque de nervios se ha convertido en un
referente ineludible de la cultura española (y europea)
contemporánea gracias a un singularísimo imaginario
fílmico influido tanto por el pop art y la poética
kitsch como por el melodrama folletinesco o la comedia
clásica.
Nacido en un pequeño pueblo
de la provincia de Ciudad Real, Calzada de Calatrava, Pedro Almodóvar
representa el lado más amable y positivo de una España
que ha crecido con la democracia y que ha apostado por la apertura
cultural y social sin renunciar a sus raíces y tradiciones.
Profundamente moderna, singularmente folclórica, la producción
creativa del director manchego ha oscilado entre el aire provocativo
y underground de sus primeros trabajos y la corrección
técnica y la extrema elaboración formal de sus películas
más recientes (sobre todo desde La flor de mi secreto).
Eso sí, manteniendo siempre unas claves estilísticas
muy personales que hacen inconfundible la autoría de sus
propuestas: desde el gusto sincero por los decorados coloristas
y la imaginería kitsch a la indagación de
la sensibilidad femenina o la defensa apasionada del derecho a
la diferencia.
Tras una infancia rural en Castilla
la Mancha y Extremadura, Pedro Almodóvar paso su juventud
en Madrid, donde compatibilizó su trabajo como administrativo
para la Compañía Nacional de Teléfono con
sus primeros contactos con el emergente ambiente cultural de la
época. Formó parte de la compañía
teatral Los Goliardos, colaboró en diversas revistas de
temática underground y creo uno de los dúos
musicales más inclasificables de la historia del pop español:
Almodóvar & McNamara. Entre 1974 y 1979, antes de estrenar
su primer largometraje (Pepi, Luci, Bom y otras chicas del
montón) rodó varios cortos en Super 8mm (incluso
alguno en 16mm como Salomé) y se convirtió
en uno de los personajes más llamativos y populares en
la gestación de la llamada movida madrileña.
Pepi, Luci y Bom y otras chicas
del montón y sus otros filmes de la primera mitad de
la década de los 80 (Laberinto de pasiones, Entre
tinieblas y ¿Qué he hecho yo para merecer
esto?) aportaron frescura, vitalidad y libertad creativa al
panorama cinematográfico nacional de la época. Mostraban
una España diferente, con personajes exagerados y extravagantes
(muchos de ellos extraídos de los más profundo de
la cultura española, desde la copla al toreo) que transgredían
las normas culturales, religiosas y sexuales que habían
imperando hasta entonces y ofrecían una mirada diferente
del mundo que les rodeaba. Todo ello en un tono de comedia irreverente,
muy influida por el imaginario gay de la época, que conectaba
con el universo underground más glamouroso
y desenfrenado de directores desconcertantes como John Waters.
Pero lejos del impulso experimental
y decadente de las cintas de Waters y de otros proyectos cinematográficos
vinculados al pop art y a las producciones de la Factory
de Warhol, las películas de Almodóvar nunca han
prescindido de códigos narrativos más o menos convencionales.
Desde sus primeros trabajos (con un primer punto de inflexión
en ¿Qué he hecho yo para merecer esto?) su
obra asimila con fluidez y enorme capacidad renovadora los registros
propios de la comedia clásica y del melodrama. Por ello,
más allá de su estilo personal e intransferible,
en la filmografía de Almodóvar pueden encontrarse
correspondencias con la de otros directores emblemáticos
(y en principio muy alejados de su imaginario simbólico)
como Fassbinder, Fellini, Buñuel, Wilder, Cukor o Douglas
Sirk.
Ganando solidez narrativa y soltura
técnica aunque perdiendo cierta frescura e inmediatez,
con Matador (1986) La ley del deseo (1987) y sobre
todo Mujeres al borde de un ataque de nervios (1988) Pedro
Almodóvar inicia una nueva etapa creativa (algo más
moderada y correcta) que le acerca a un público mucho más
amplio y le abre las puertas de Europa y los EE.UU. En 1987 creó
la productora El Deseo y en 1988 consiguió su primera candidatura
al Oscar a la Mejor Película Extranjera con Mujeres
al borde de un ataque de nervios, una desenfrenada comedia
que se convirtió en unos de sus principales éxitos
de taquilla.
Desde entonces sus películas
se han ido perfeccionando y enriqueciendo, tanto desde un punto
de vista técnico como narrativo y estilístico, a
la par que aumentaba el presupuesto con el que afrontaba cada
nuevo proyecto y se consolidaba su figura a nivel internacional.
Almodóvar comenzó a ser una especie de gurú
del cine español, un Rey Midas que lograba potenciar o
revitalizar la carrera de los actores que trabajaban con él
(Carmen Maura, Antonio Banderas, Javier Bardem, Penélope
Cruz, Victoria Abril, Marisa Paredes,...) y que, a la vez, ejercía
como el mejor embajador de la apuesta por la modernidad en la
que se había embarcado la sociedad española desde
principios de los años 80.
¡Átame!
(1990), Tacones lejanos (1991) y Kika (1993) supusieron
una transición entre la espontaneidad desbordante de los
primeros filmes de Almodóvar (su tono chillón, su
poderosa desinhibición formal) y la etapa más madura
y compleja de la filmografía del director manchego. En
esta última etapa, que inauguran La flor de mi secreto
(1995) y Carne trémula (1997), el impulso melodramático
y la mirada comprensiva a unos personajes desgarrados y descolocados
pierde cierta inocencia pero gana en matices narrativos y estilísticos.
Son trabajos más introspectivos y serios, repletos de hallazgos
visuales, en los que articula un discurso conceptual (incluso
social y político) mucho más elaborado, cuida con
esmero y profesionalidad todos los detalles (desde los títulos
de créditos a la puesta en escena, pasando por la banda
sonora) y logra tejer historias de gran intensidad dramática
aptas ya para todo tipo de públicos.
Con Todo sobre mi madre (1998),
protagonizada por Cecilia Roth, Marisa Paredes y Penélope
Cruz, alcanza uno de los momentos culminantes de su carrera y
obtiene su primer Oscar y la Palma de Oro al Mejor Director en
el Festival de Cine de Cannes. Cuatro años después, Hable con ella le proporciona un segundo Oscar, esta vez al mejor guión original, y un Globo de Oro a la Mejor Película Extranjera.
Para finalizar habría que mencionar
dos rasgos del cine de Pedro Almodóvar que pueden rastrearse
a lo largo de toda su filmografía: la realidad urbana como
escenario natural de todos sus relatos (básicamente Madrid,
aunque también hay películas - como Todo sobre
mi madre - ambientadas en Barcelona) y el protagonismo fundamental
de la mujer. Así, desde su primer largometraje (Pepi,
Luci, Bom y otras chicas del montón) hasta sus proyectos
más recientes, la trayectoria creativa de Pedro Almódovar
no puede entenderse sin la presencia (por activa y por pasiva)
de la mujer (de nacimiento o por elección) y de la sensibilidad
femenina. Algo que incluso se ha materializado en un peculiar
fenómeno mediático, las llamadas "chicas Almodóvar":
Chus Lampreave, Julieta Serrano, Rossy de Palma, Loles León,
Bibi Andersen o las ya citadas Carmen Maura y Victoria Abril.
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