La serpiente inalcanzable

Takeshi Kitano regresa a nuestras pantallas con Zatoichi, una cinta de época en la que rinde homenaje a la literatura popular nipona

David Montero

Dice un popular refrán japonés que la serpiente es tan inteligente que nunca se deja atrapar y eso es precisamente lo que ha hecho Takeshi Kitano desde que, siendo apenas un adolescente, formase junto a su amigo Kiyoshi Kaneko el dúo cómico "The two beats" del que Kitano tomó el apelativo que usa para desdoblarse en sus actuaciones frente a la cámara: "Beat Takeshi". La relación con Kaneko fue más que productiva; ambos triunfaron y Kitano dejó de ver la tele para empezar a hacerla. Es el periodo en el que el actor y director cobra fama en Japón y, a veces incluso, fuera del país del sol naciente a través de un programa que en España ofreció Telecinco con el título de "Humor Amarillo".

Al cine llegó de la mano de Nagisha Osima quien le advirtió que poseía el rostro y las cualidades perfectas para interpretar a personajes fríos y sin escrúpulos. Ya un año antes Kitano había dado vida a un asesino con ciertas características yakuza en la serie televisiva nipona "Danpu-Wataridori", pero el público no estaba preparado para un salto tan espectacular y no asimiló la nueva faceta del hasta entonces humorista. Mucho menos para que se convirtiese en director, sin embargo un capricho del destino le puso al frente de su primera película Violent Cop (1989), que Kinji Fukasaku renunció a dirigir debido a su precario estado de salud. En la línea de Violent Cop, aunque de un modo más estilizado y maduro, el realizador dirigiría también Boiling Point, filme en el que él mismo interpreta a un criminal acorralado y bisexual, y donde pueden encontrar las señas que hasta hoy han determinado su cine yakuza: gangsters sádicos, jóvenes vulnerables y códigos férreos del honor todo ello rodado con precisión y con un manejo fluido de la cámara.

Sin embargo, en 1991 Kitano volvió a sorprender a todos con A scene at the sea, un cambio radical con respecto a los postulados temáticos y estéticos que el cineasta había planteado en sus filmes anteriores. La película cuenta la historia de un recogedor de basura que trata de aprender a hacer surf; nada de sangre, ni criminales, ni humor. Lirismo en estado puro. Pero el estilo que le lanzaría a la fama internacional sería la mezcla de un cierto lirismo con las mejores características de su cine yakuza en películas como Sonatine (1993), Hanna-Bi. Flores de Fuego (1997), con la que ganó el León de Oro en el Festival de Venecia, y la aún más redonda El verano de Kikujiro (1998), donde su vena lírica encuentra por fin el centro del relato.

Sin embargo, Kitano no había terminado de ajustar cuentas consigo mismo y tras estrenar un nuevo yakuza con Brother (2000), el director japonés volvió a huir de su propia sombra en Dolls, un drama coral construido en torno a tres historias de amor inmortal inspiradas en el teatro tradicional japonés de las muñecas Bunraku. Lo último de este inclasificable y huidizo actor / director es una película de época, Zatoichi, inspirada en la popular serie de novelas del escritor Kan Shimozawa, que ya habían sido adaptadas al cine con anterioridad en más de veinte ocasiones. A medio camino entre el lirismo y la violencia extrema, entre la sensibilidad y la amoralidad, Takeshi Kitano sigue levantando su singular filmografía, que le convierte en uno de los directores más interesantes e inclasificables del cine mundial.

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