Frank Darabont: El poder de la fábula
El director de Cadena perpetua demuestra su capacidad para la alegoría moral en la cinta de terror La niebla
Carlos Leal
Corría el año 1994 cuando Frank Darabont debutó en la dirección con Cadena perpetua, un melodrama en torno a la vida en prisión de dos reclusos condenados por asesinato que adaptaba libremente en el relato de Stephen King "Rita Hayworth y la redención de Shawshank", incluido en la colección Las cuatro estaciones. Poco podía hacer prever por entonces que Darabont, en cuya filmografía sólo figuraban algunos trabajos como guionista en películas de terror de serie B como Pesadilla en Elm Street 3 o The Blob, lograría conectar con la sensibilidad de los espectadores de una forma tan acusada: el filme logró siete nominaciones a los Oscar, incluyendo mejor película, y aún hoy sigue siendo el segundo largometraje mejor valorado por los usuarios de la base de datos IMDb, sólo superado por El Padrino.
Cadena perpetua es un perfecto reflejo de los intereses cinematográficos de Frank Darabont: su gusto por las fábulas de hondo calado, que reflejan valores morales absolutos (el bien y el mal, la culpa y la redención, la esperanza y el miedo), y en las que los principios de la narración realista suelen quebrarse en función del valor simbólico de los personajes y las situaciones. En el filme, Tim Robbins interpreta a un banquero condenado a cadena perpetua por el asesinato de su mujer, un crimen que, aunque no cometió, le hace sentir culpable; su amistad con otro recluso, Red, y su contacto con la corrupción insitucionalizada del alcaide y los guardianes de la prisión le ayudarán a poner en perspectiva su pecado y alcanzar una forma de redención en el sorprendente giro final.
Tras el éxito de Cadena perpetua, Frank Darabont tardó casi cinco años en volver a ponerse detrás de las cámaras. Al igual que su primer trabajo, La milla verde (1999) parte de una novela de Stephen King y está ambientada en una cárcel de alta seguridad, en la que aguarda la muerte un preso con extraños poderes curativos. La maniquea lucha del bien contra el mal, aún más evidente por el trasfondo paranormal y las connotaciones religiosas de la narración, volvió a subyugar a los espectadores -no tanto a la crítica- en un filme que nuevamente entró en la lucha por el Oscar a la mejor película.
Si sus dos primeras películas hablaban de personas recluidas en prisión, The Majestic (2001) entiende la privación de libertad en un sentido más amplio. La historia de un cineasta incluido en las listas negras durante la caza de brujas que pierde la memoria y es confundido con un héroe de guerra sirve a Darabont para hurgar en el lado oscuro de la tierra de la libertad, con un discurso a la vez comprometido y un tanto naïf.
Ahora, tras cinco años peleando por sacar adelante un guión de la cuarta entrega de Indiana Jones que finalmente no consiguió la aprobación de George Lucas, Frank Darabont regresa a la dirección con La niebla de Stephen King, una película de terror de serie B que esconde en su interior una alegoría sobre el poder del miedo en las sociedades occidentales contemporáneas. Por lo que se ve, a Frank Darabont le queda cuento para rato.
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