Sam Raimi: Loco e inocente gamberro
El director de Posesión infernal regresa a nuestras pantallas con la tercera entrega de las aventuras del Hombre Araña
Alicia Albares
Contemplar (siempre desde un profundo e intencionado respeto al paso del tiempo y a las lógicas coyunturas que éste depara y que alteran las valoraciones), la trayectoria de un cineasta como Sam Raimi, resulta tan apasionante como revelador. Su carrera, desigual pero grandiosa en sus aciertos (capaces de marcar la historia del cine fantástico y de terror en más de una ocasión), es un ejemplo del vaivén que ha experimentado en las pasadas décadas el género y, en general, el séptimo arte del que ha sido un fanático el protagonista de estas líneas. Nutrido de múltiples fuentes, hábil para destilar con ellas la alquímica fórmula capaz de combinarlas y renovarlas, Raimi supo, no sólo otorgar calidad y originalidad a muchos de sus productos, sino convertirlos en un boom comercial que le abriría todas las puertas que precisaba para ascender en su sorprendente recorrido profesional. Risueño e inquieto, independiente pero práctico, Sam parecerá siempre un niño grande que no acaba de creerse aquello en lo que se ha convertido haciendo lo que siempre quiso hacer: cine en estado puro.
Camino providencial hacia Posesión Infernal
Resulta cómico valorar desde la perspectiva actual los sueños que en su tierna infancia conjuraba el pequeño Raimi. Anhelante de aventuras, su mayor deseo era convertirse en piloto de aviación. Pero, para nuestro regocijo, su padre (un aficionado a rodar películas caseras en 16 mm.) supo contagiarle el ánimo de sorprender contando historias. Así, con tan sólo 12 años, el atrevido explorador comenzó a hacer sus primeros pinitos rodando sus películas ayudado por su familia y amigos. Fue ese el comienzo de un deseo vital que se convertiría en centro de su existencia y que no abandonaría a pesar de estudiar en la universidad literatura e historia por consejo de su progenitor (consciente de que una formación académica alejada del cine extendería los conocimientos de su hijo en direcciones muy útiles para su futuro). Fue en tan alejado extremo del espectro donde, providencialmente, se topó con el que sería su amigo y colega en la producción, Robert Tapert. Junto a él y terminando el trío el que sería (y es, a día de hoy) su actor fetiche, el genial Bruce Campbell, se fundó la primera productora que daría a luz las obras de Raimi, la Reinassance Pictures. Dedicada al principio a producir cortometrajes, como “The Happy Valley Kid” o “The Bogus Monkey Pignut Swindle”, evolucionaría hasta ser la responsable de un mediometraje- ensayo para lograr inversores que confiaran en un proyecto de mayor envergadura, titulado “Within the Woods”. El experimento trajo consigo la confianza de algunos arriesgados productores cuya aportación económica (de quinientos mil dólares en total) dio como resultado el primer gran triunfo del realizador norteamericano, Posesión Infernal. La cinta, rodada en tres meses (uno de rodaje y dos de preparación de los efectos especiales, a cargo de Tom Sullivan, responsable de los mismos en el proyecto anterior que fue el germen de éste), ofrecía una novedosa mezcla en la que la imagen real y los efectos de animación se hacían uno con la historia, materializando los más alocados sueños gore de toda una generación. La estética extrema convertía la opera prima del director en una orgía de sangre pero sin olvidar la importancia del entretenimiento. Humor e ingenio renovaban un subgénero tan popular como denostado y el filme, a pesar de sus primeros problemas para encontrar un distribuidor (pocos se atrevían a avalar una película de sus características), se convirtió en todo un fenómeno de explotación, especialmente en Gran Bretaña, Europa continental y el Extremo Oriente. Premiada con dos grandes premios en Sitges (mejores efectos especiales y premio de la crítica), Posesión Infernal otorgaba a Raimi, con sólo 22 años, en una de las más firmes promesas del género.
No es el argumento la pieza clave de la originalidad de la gran obra de Raimi (un grupo de amigos deciden pasar unos días de relax en medio del campo pero su estancia se convertirá en una cruenta pesadilla por causa de los espíritus malignos que son despertados por la lectura de un libro maligno hecho con carne y sangre humanas), pues se trata de un planteamiento muy repetido en los anales del género. Sin embargo, la forma de plantearlo, cargada de ironía, sarcasmo y un dinamismo atroz, capaz de mantener al espectador pegado a la butaca por encima de su voluntad, si que lograron que el filme se convirtiera en un referente indiscutible. Todo tipo de atrocidades se desarrollan ante la cámara y aún así las carcajadas se suceden en una avalancha de terror, carne y diversión que no ha sido todavía superada.
Excelente continuación: Ola de crímenes, ola de risas.
La gamberrada de calidad superlativa que es su primer trabajo condujo a Raimi por un sendero no tan seguro como cabía predecir. Pasó tres años inactivo hasta poder emprender su siguiente proyecto, profundamente personal aunque radicalmente diferente. Apoyado por una empresa independiente, la Embassy Pictures y firmando el guión junto a él los hermanos Cohen, Raimi dio a luz una comedia negra de enredo, disparatada y locuaz (tanto como su filme anterior), pero influida por otros caprichos cinéfilos.Crime Wave (título original) le debe todo a la filmografía de cartoons de la Warner Bros: una puesta en escena que aspira a captar el movimiento de la animación en su estado más natural, una fotografía deudora absoluta de la tonalidad del dibujo animado y unos personajes caricaturizados aunque trazados con esmero, en un perfecto homenaje a los filmes que forjaron a golpe de carcajada el pasado cinéfilo del cineasta. Pero el surrealismo oscuro de Ola de crímenes, ola de risas no fue entendido por la crítica ni tampoco acogido por su público. Sería éste el primer gran fracaso de Raimi, aunque no se convertirá en un obstáculo en su trayectoria posterior.
Regresando a sus orígenes y confiando la fórmula que le garantizaba el éxito después del tropiezo, el nuevo cineasta se embarcó en la realización de la secuela de su mejor filme hasta la fecha. Terroríficamente Muertos(lamentable traducción para una película que merecía algo más de reflexión en su título adaptado) no supone la invención de nada nuevo sino la exploración y el desarrollo superlativos y perfectos de las normas inventadas en su predecesora. Más efectos especiales, cuidada y desternillante vena cómica y las primeras e indiscutibles huellas autorales se empiezan a dar cita esta segunda parte de un ensayo que se convertiría en trilogía. Nueva ovación y flamante reconocimiento fueron la recompensa. La continuidad de su filmografía estaba garantizada.
Raimi se pone serio:Darkman
Posiblemente sin este segundo triunfo, nuestro creador no hubiera atesorado la confianza necesaria en sí mismo como para abordar el que se convertirá, con el tiempo, en una de sus mejores películas. Acercándose mucho más al cine clásico (y aproximándose, por tanto, a un público más extenso), Darkman se perfila como un cuento de aventuras, la historia de un héroe trágico a la vieja usanza. Sombría y colorista en su concepción, la película no pierde de vista ni un momento su ritmo y atmósfera: cada plano transmite mucho más en la consecución de su objetivo, ningún encuadre está seleccionado al azar. Mucho más serio y concienzudo, demostrando que sabe manejar el cómic sin perder la grandeza de la calidad y el buen entretenimiento, Darkmanserá en la carrera de Raimi una deslumbrante demostración de que, además de un buen director de cine gore y de terror, es un narrador maestro, capaz de explorar cualquier estilo sin renunciar a su visión propia.
Quizá sea este filme el que, por un lado, nos enseñó muchas cosas de las que todavía guardaba el director en su impredecible chistera, pero también, por otro, marcó el punto álgido de una carrera breve, intensa y que, irremediablemente, empezó a flaquear. No significa esto que esta película haya sido su último gran proyecto, pero si marca un punto de inflexión donde la innovadora y arriesgada mirada de Raimi va desluciéndose lentamente. Seguirán los aciertos (la tercera parte de la saga gore iniciada con Posesión Infernal , El ejército de las tinieblas, continuaría por el extremo camino de la risa y la parodia más alocadas, sin desmerecer en absoluto sus dos primeras partes), aunque acabarán los logros históricos. A partir de este momento, Raimi ha demostrado tanto que parece difícil que pueda enseñarnos algo más sublime. Y Hollywood lo sabe, y ha sabido tenerle en cuenta: la industria no deja escapar a los grandes genios venidos a menos y Raimi no es una excepción.
Spiderman: ascenso y caída.
Porque nuestro protagonista, aunque relegado durante bastante tiempo a un olvido inmerecido (a pesar de excelentes obras como Un plan sencillo y a su extensa labor como productor de cine y televisión en años recientes), no ha desaparecido del mapa. Conociendo su talento e inventiva, su elaborado y personalísimo estilo narrativo y su capacidad para conectar con el público desde el humor y la sátira, la industria le ha reclutado para liderar un gran proyecto cinematográfico que se ha convertido en todo un fenómeno en nuestros días: la saga de Spiderman . Adaptando las aventuras de Peter Parker, Raimi ha puesto su semilla en un producto de nuestros tiempos que, una vez más aunque de manera distinta, se ha transformado en icono y referente: estamos de nuevo ante un cine palomitero, cine de aventuras a lo grande, profundamente influido por las inevitables concesiones derivadas de su necesidad de hacer negocio, pero engalanado con los sutiles afeites de una vieja gloria que, aunque unos años más viejo, no ha dejado de subyugarnos con sus rasgos más intrínsecos. Y es que, detrás de un guión plano y poco elaborado (como viene siendo habitual en la política hollywoodiense de nuestros días) aún reluce la grandeza de un narrador con mayúsculas, que sabe hacernos reír, sorprendernos y mantener un constante interés y vinculación con los protagonistas. No será Spiderman una obra imperecedera (demasiados condicionantes del estudio se interponen en su camino), pero tampoco caerá en la vacuidad de películas que parten del mismo punto. Sus dos primeras entregas han obtenido un éxito comercial no desdeñable y la tercera promete continuar por ese mismo camino.
Antiguas soluciones aplicadas a novedosas necesidades, en un cine anhelante por resucitar los fantasmas del pasado, que siempre prometen el regreso de los buenos tiempos…ése lugar ocupa Raimi, un director que lucha por su integridad en el laberinto de un nuevo sistema poco preocupado por todo aquello que no signifique lucro sencillo; obcecado y dividido entre licencias autorales y fidelidad al estudio, pero siempre poseedor de ese toque, esa esencia que sólo los visionarios y los locos saben encontrar y desarrollar.
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