Pero las aguas iban a cambiar definitivamente de
rumbo con su próxima película, marcando el primero
de dos largos periodos de sequía cinematográfica.
Sin abandonar el cine fantástico, Scott cambió de
registro llevando a la pantalla la abigarrada mitología
de Legend, un mundo mágico de unicornios y héroes
del que salió bastante trastabillado. A pesar de todo,
hubo una consecuencia positiva en este fracaso, ya que el realizador
se decidió por fin a abandonar el mundo de la fantasía
y abordó Someone to Watch Over Me, un drama
romántico de tintes policiales que le hundió aún
más en la lista de directores secundarios de la industria.
Su
reincorporación a la primera línea comenzó
a gestarse en 1989 con Black Rain, un thriller policial
situado en Japón para el que contó con Michael Douglas
y con el que regresó el sello Scott, ahora más diluido
en un cine digerible, sin muchas pretensiónes, que buscaba
descaradamente al gran público. Pero el éxito que
le colocaría de nuevo en lo más alto llegaría
en 1991 con Thelma y Louise, la historia de dos mujeres
acosadas por la vida que deciden de una vez tomar la sartén
por el mango. La película obtuvo un impresionante éxito,
que se vio ratificado con cinco nominaciones a los Oscars, incluida
la de mejor director por primera vez para Ridley Scott.
Sin embargo, cuando el terreno parecía mejor
abonado para un triunfo sencillo, llegó el fracaso más
estrepitoso. En 1992, Hollywood rindió su pequeño
homenaje al quinto centenario del descubrimiento de América
con la realización de 1492: la conquista del paraíso,
un filme megalítico, plagado de estrellas, al frente de
las cuales estaba Ridley Scott. Los escasos ingresos por taquilla
y el poco interés que despertó la película
supusieron un varapalo fuerte para su director que empleó
los años siguientes en tareas de producción y dirigiendo
proyectos de poco calado como La teniente O´Neill
o Tormenta Blanca.
El último giro en la desigual carrera de
Ridley Scott llegaría en el nuevo siglo, cuando decidió
hacerse cargo de un complejo proyecto que pretendía insuflar
nueva vida a un género olvidado: el cine de romanos. Con
Gladiador Scott cosechó un éxito como nunca
antes había conocido. Doce nominaciones al Oscar, cinco
estatuillas ganadas, entre ellas la de mejor película,
y un sinfín de admiradores que devolvieron de forma inmediata
a Scott la fama perdida. El triunfo de Gladiador permitió
asimismo al realizador hacerse con uno de los filmes más
esperados de los últimos años, la secuela de El
silencio de los corderos, Hannibal, un filme de amplia
repercusión, aunque denostado por la crítica.
Pero, más allá de todo el ruido,
Ridley Scott sigue invariable con su extraña carrera, arriba
y abajo, estrenando filmes de éxito seguiro y esperando
que otro fracaso se esconda en el sitio menos esperado. Su última
apuesta es Black Hawk derribado, un filme bélico
que, por el momento, ha cosechado cuatro nominaciones al Oscar
y la tercera para su director. ¿Quién sabe? Quizás
este año...
|