Texto: David Montero
Fotos: Archivo


 

 

Arriba y abajo

Ridley Scott opta este año por segunda vez consecutiva al Oscar al mejor director, un éxito que no esconde momentos más difíciles

Pero las aguas iban a cambiar definitivamente de rumbo con su próxima película, marcando el primero de dos largos periodos de sequía cinematográfica. Sin abandonar el cine fantástico, Scott cambió de registro llevando a la pantalla la abigarrada mitología de Legend, un mundo mágico de unicornios y héroes del que salió bastante trastabillado. A pesar de todo, hubo una consecuencia positiva en este fracaso, ya que el realizador se decidió por fin a abandonar el mundo de la fantasía y abordó Someone to Watch Over Me, un drama romántico de tintes policiales que le hundió aún más en la lista de directores secundarios de la industria.

Ridley Scott en un momento del rodaje de GladiadorSu reincorporación a la primera línea comenzó a gestarse en 1989 con Black Rain, un thriller policial situado en Japón para el que contó con Michael Douglas y con el que regresó el sello Scott, ahora más diluido en un cine digerible, sin muchas pretensiónes, que buscaba descaradamente al gran público. Pero el éxito que le colocaría de nuevo en lo más alto llegaría en 1991 con Thelma y Louise, la historia de dos mujeres acosadas por la vida que deciden de una vez tomar la sartén por el mango. La película obtuvo un impresionante éxito, que se vio ratificado con cinco nominaciones a los Oscars, incluida la de mejor director por primera vez para Ridley Scott.

Sin embargo, cuando el terreno parecía mejor abonado para un triunfo sencillo, llegó el fracaso más estrepitoso. En 1992, Hollywood rindió su pequeño homenaje al quinto centenario del descubrimiento de América con la realización de 1492: la conquista del paraíso, un filme megalítico, plagado de estrellas, al frente de las cuales estaba Ridley Scott. Los escasos ingresos por taquilla y el poco interés que despertó la película supusieron un varapalo fuerte para su director que empleó los años siguientes en tareas de producción y dirigiendo proyectos de poco calado como La teniente O´Neill o Tormenta Blanca.

El último giro en la desigual carrera de Ridley Scott llegaría en el nuevo siglo, cuando decidió hacerse cargo de un complejo proyecto que pretendía insuflar nueva vida a un género olvidado: el cine de romanos. Con Gladiador Scott cosechó un éxito como nunca antes había conocido. Doce nominaciones al Oscar, cinco estatuillas ganadas, entre ellas la de mejor película, y un sinfín de admiradores que devolvieron de forma inmediata a Scott la fama perdida. El triunfo de Gladiador permitió asimismo al realizador hacerse con uno de los filmes más esperados de los últimos años, la secuela de El silencio de los corderos, Hannibal, un filme de amplia repercusión, aunque denostado por la crítica.

Pero, más allá de todo el ruido, Ridley Scott sigue invariable con su extraña carrera, arriba y abajo, estrenando filmes de éxito seguiro y esperando que otro fracaso se esconda en el sitio menos esperado. Su última apuesta es Black Hawk derribado, un filme bélico que, por el momento, ha cosechado cuatro nominaciones al Oscar y la tercera para su director. ¿Quién sabe? Quizás este año...

   

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