Esta tendencia es notoria en su película
más conocida hasta el momento, Funny Games (1997).
Este largometraje, que ganó diversos premios en Chicago,
Oporto y Ghent y participó en la sección oficial
de Cannes, narra cómo una familia alemana de clase media
es secuestrada, torturada y finalmente asesinada por una pareja
de jóvenes psicópatas.
Como
ya sucede en la Trilogía de la glaciación emocional,
Funny Games no aporta ningún motivo o justificación
para los crueles actos de sus dos protagonistas. A la pregunta
de por qué lo hacen, ambos responden con un cínico
e insatisfactorio "¿Por qué no?". Haneke
huye de explicaciones seudopsicológicas que proporcionen
un cierto consuelo emocional y fuerza al espectador a construir
una respuesta por sí mismo.
Sin embargo, la película sí que ofrece
y denuncia un responsable, los medios de comunicación y
en concreto el medio cinematográfico. Conforme avanza el
filme, el espectador se descubre cómplice de las torturas
que se suceden en la pantalla a través de sus propias expectativas:
se hace evidente que los asesinos practican sus "juegos divertidos"
para satisfacer la demanda de un público alienado.
En su anhelo por vapulear las conciencias de sus
espectadores, Michael Haneke rompe las convenciones cinematográficas
del thriller; incluye muertes de animales y niños
y prescinde del final feliz. Todo ello para denunciar cómo
los medios trivializan la violencia e insensibilizan a su público,
uno de los males fundamentales de la sociedad actual.
Mientras su último largometraje, La pianista
(2001), es exhibido en Cannes, ahora llega a nuestras pantallas
Código desconocido (2000), en el que Michael Haneke
reflexiona sobre los problemas que hacen insatisfactoria la vida
en las sociedades urbanas. El director austríaco señala
la incomunicación y la pérdida de las raíces
culturales en un entorno hostil y artificialmente frío
como dos de los cánceres de nuestro modo de vida.
En Código desconocido alcanzan un
grado sumo algunas de las tendencias estéticas que ya se
percibían en la anterior filmografía de Haneke:
el gusto por los planos largos y el plano-secuencia, la fragmentación
del discurso y el uso inteligentísimo de los fueras de
campo marcan el filme. Cualquier cosa con tal de sorprender al
espectador.
En muchas ocasiones se ha acusado a Michael Haneke
de hacer un cine deprimente y pesimista. Sin embargo, él
insiste en que, en el fondo, sus películas son optimistas.
"Las personas que hacen películas de entretenimiento
son pesimistas; el optimista trata de agitar a su público
para alejarlo de la apatía", sostiene.
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