"Mi ídolo es Bresson. Mis películas
son denuncias polémicas contra el cine americano de 'tomar-por-sorpresa-antes-de-que-uno-pueda-pensar'
y su y su desprecio hacia el espectador. Es una llamada a un cine
de preguntas insistentes más que de respuestas falsas por
demasiado rápidas. Quiero que el espectador piense".
Michael Haneke.
Si
hay una línea que une las diversas películas de
Michael Haneke es su capacidad para provocar una respuesta visceral
en el espectador. Su cine ha recibido todo tipo de calificaciones:
existencialista, desasosegante, comprometido e incluso brechtiano,
pero el controvertido realizador austríaco prefiere huir
de etiquetas. El suyo es un cine inteligente y apasionado, que
busca despertar y remover las conciencias de la adormecida sociedad
occidental.
Algo que ya consiguió con sus tres primeros
largometrajes, conocidos como la Trilogía de la glaciación
emocional. Para cuando debutó en el cine, en 1989, Michael
Haneke tenía ya una muy sólida formación
en el mundo de la televisión, medio para el que trabajaba
desde 1967. Nacido en Munich en 1942, Haneke además había
estudiado psicología y filosofía en Viena y tenía
una sólida experiencia teatral, medio para el que había
dirigido obras de autores como Schiller, Bruckner, Enquist o Strindberg.
Su primer largometraje, El séptimo continente
(1989) retomaba algunos de los temas de su telefilme Lemmings,
un duro retrato de su generación, los nacidos durante la
Segunda Guerra Mundial y la posguerra. Basada en el caso real
del suicidio de una familia de clase media vienesa, esta película
valiente situó a Michael Haneke como uno de los directores
más interesantes del panorama cinematográfico de
Austria.
Haneke se mantuvo a la altura de las altas expectativas
generadas por su debut en su segundo largometraje, El vídeo
de Benny (1992), el primero que tuvo una distribución
internacional amplia. Este brutal drama narra cómo un adolescente
aficionado al cine gore cruza la línea de la cordura
y asesina a una joven amiga suya sin un motivo aparente mientras
graba todo el proceso con su cámara de vídeo. Dos
motivos, la violencia injustificada y la importancia de la mediación
tecnológica, que el propio Michael Haneke retomó
en la película que supuso su consagración internacional:
Funny Games (1997).
71 momentos para una cronología del azar
(1994) cerró su Trilogía de la glaciación
emocional. De nuevo un acto de violencia aleatoria, un tiroteo
en un banco el día de Nochebuena, da pie a un largometraje
que se centra en las circunstancias de los diversos personajes
que presumiblemente tomarán parte en la acción.
Y es que el cine de Michael Haneke es un cine
de víctimas antes que de verdugos, que muestra en toda
su crudeza los efectos de la violencia. Por eso, salvo en muy
contadas excepciones, prescinde de mostrar las agresiones de un
modo gráfico, con el fin de evitar hacer de la violencia
un espectáculo.
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