Por Alejandro
del Pino
Un desafortunado e inconsciente
gesto de un adolescente desencadena una sucesión de hechos
que relacionan la vida de varios personajes de distinta clase
social y procedencia geográfica. Este es el punto de partida
de Código desconocido, el último film del
realizador centroeuropeo Michael Haneke, que recibió una
mención especial en la pasada edición del Festival
de Cannes.
Como
decorado, el Paris multicultural del final de la década
de los 90. Como trasfondo, la Europa de las mil y una velocidades.
En primer plano, una sociedad esquizofrénica y fragmentada,
donde convive el lujo y la miseria, el hastío de las clases
medias y la desesperación de los desheredados, la triste
resignación de un viejo granjero sin expectativas y la
vergüenza de una inmigrante buscando un rincón donde
pedir limosna.
Código
desconocido es ante todo el intento de un cineasta
comprometido con su tiempo de desentrañar claves que nos
hagan más comprensible la sociedad que vivimos. Y para
ello, Haneke muestra instantes de vida de varios personajes que
se cruzan (a veces chocan, las más se ignoran) en una metrópolis
europea. Personajes que no saben como reaccionar cuando la violencia
estalla ante sus ojos, que complican la vida de otros cuando intenta
ayudarles, que se enfrentan con miedo a una soledad que ellos
mismos han ido contruyendo,....
Personajes como Anne, la actriz interpretada Juliete
Binoche, que reconoce sus temores más ocultos en los papeles
que representa. O Georges, un fotógrafo de guerra que se
adapta con dificultad a su vida en la Europa civilizada. O Amadou,
un joven senegalés profesor en un instituto para niños
sordomudos, incapaz de controlar su rabia proletaria. Y por supuesto
María, una inmigrante rumana que se ve obligada a pedir
limosna para ayudar a los suyos.
Nacido
en Munich en 1942 aunque afincado en Viena desde su juventud,
Haneke no es un director intuitivo ni espontáneo. Como
en sus anteriores propuestas (El vídeo de Benny
y Funny Games) Haneke reflexiona sobre la naturaleza de
la imagen y el montaje cinematográfico y su capacidad para
representar y/o manipular la realidad. En Código desconocido,
inspirado en la obra La miseria del mundo del filósofo
galo Pierre Bordieu, Haneke rompe con la convencionalidad de la
narración fílmica lineal y ofrece una obra fragmentada
y abierta que hace de la imprecisión y de la confusión
su principal marca de identidad estílistica. Una marca
formal que lejos de ser gratuita responde a una elaborada reflexión
intelectual.
El film se estructura como un mosaico de escenas
independientes, donde es tan importante lo que se muestra como
lo que se sugiere. Los fueras de campo están cargados de
intensidad dramática y la elipsis forma parte sustancial
de la gramática de un film que comienza y finaliza con
niños sordomudos explicando con gestos algo que el espectador
debe interpretar por sí mismo.
Muchas de las escenas son largos planos-secuencias
en los que los que la cámara permanece inmóvil o
acompañado a una distancia prudencial a algunos de los
personajes. En algunas de los momentos más impactantes
del film Haneke juega con el desconcierto del espectador que al
principio no entiende la relación de lo que está
viendo con el resto de la película. En este sentido destaca
una escena en la que se muestra con distancia testimonial la entrada
de un grupo de viajeros en un avión. La última en
subir es María, la inmigrante rumana, que va ser deportada
y a la que las azafatas reciben con la misma expresión
de frialdad (civilizada profesionalidad) que al resto de los pasajeros.
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