Por Carlos
Leal
Las ayudas a la producción cinematográfica
concedidas por la Unión Europea han dado lugar al curioso
fenómeno del "europudding", esto es, unas
películas coproducidas por varios países comunitarios
en las que se mezclan estrellas, técnicos, ideas y localizaciones
de cada uno de los lugares de origen; se bate bien y en la mayoría
de los casos, todo sea dicho, la mezcla no llega a cuajar.
Así sucede, sin ir más lejos, en
Chica de Río, una comedia del director británico
Christopher Monger que ha sido coproducida por la empresa española
Lolafilms. El cincuenta por ciento de capital español es
el responsable de que la película sea coprotagonizada por
Santiago Segura y de la participación de profesionales
como el director de fotografía José Luis Alcaine
o el músico Roque Baños.
Del
Reino Unido vienen el director Christopher Monger (El inglés
que subió a una colina pero bajó una montaña),
que también ha adaptado el guión de Francisco Lara
y Julián Ibáñez, y la estrella principal,
Hugh Laurie, al que hace poco pudimos ver en Maybe
Baby. Por su parte, Brasil aporta a Vanessa Nunes, una
actriz semidesconocida que interpreta el objeto de deseo del personaje
de Hugh Laurie.
La cosa va de un empleado de banca británico,
Raymond, que escapa de la monotonía de su mediocre vida
a través de sus clases de samba. Cuando descubre que su
mujer le engaña con su jefe, Raymond se arma de valor;
roba una millonada de su banco y coge el primer vuelo hacia Río
de Janeiro para conocer a la bailarina de salsa Orlinda, que ha
sido su ídolo durante años. Ya en Brasil se hace
amigo de Paulo, un disparatado taxista que le ayuda en su búsqueda.
Probablemente lo peor con diferencia de Chica
de Río es la desgana con la que parece haber afrontado
el proyecto todo el equipo. La película avanza con ritmo
cansino a lo largo de un guión lleno de tropezones y con
una originalidad muy escasa. Incluso la banda sonora es una torpe
mezcla de canciones brasileñas y un omnipresente score
a cargo, como hemos dicho, de Roque Baños, que parece
un remedo de la música que Dimitri Tiomkin compuso para
Solo ante el peligro.
También puede interpretarse como una muestra
de desgana la triste imagen, casi de postal, que ofrece de Brasil
la película. Sin ningún ánimo de adentrarse
en la difícil situación social del país,
Chica de Río ofrece hermosas panorámicas
de Copacabana, imágenes de comercios de lujo y planos desde
helicópteros de los rascacielos; lo que no muestra es la
desigualdad y la pobreza que se extiende por la ciudad brasileña,
más allá de una vergonzosa aparición de los
meninos da rua.
Entre tanto desproposito, el trío protagonista
hace lo que puede, que no es poco habida cuenta de la debilidad
de la trama. Hugh Laurie es un actor que ya ha demostrado sobradamente
su capacidad de generar simpatías entre los espectadores,
por más que al principio de la película resulta
quizá demasiado inexpresivo. Por su parte, Santiago Segura
repite algunos de los tics que le han convertido en un actor de
éxito y Vanessa Nunes luce su palmito a ritmo de samba
en un Río de Janeiro tan idealizado como, en definitiva,
falso.
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