Por Alejandro
del Pino
Son escasas las producciones
cinematográficas europeas que abordan los problemas cotidianos
de las clases medias, y aún más si lo hacen alejándose
de las convenciones típicas de los telefilmes. Es decir,
los problemas de una gran parte de la población poco
propicia a propuestas con inquietudes sociales e intelectuales
(tipo La ciudad está tranquila o Código
desconocido), y que es el público objetivo de la
mayor parte de las producciones procedentes de Hollywood.
Ahí
radica el principal interés (y casi único) de
Mayby Baby, un film británico estrenado con cierto
retraso en España, en el que se habla en clave humorística
de las vicisitudes de una pareja de treinteañeros burgueses
en su búsqueda infructuosa de un hijo que colme sus modestas
y ultra-convencionales aspiraciones vitales.
Para conseguirlo, recurren a
los métodos más diversos, desde la inseminación
artificial a los conjuros new age pasando por imaginativos
juegos sexuales que hacen coincidir con complicados cálculos
sobre ovulación. Incluso se ponen en mano de un extravagante
ginecólogo interpretado por Rowan Atkinson (Mr. Bean)
que hace uso de utensilios de dudosa finalidad en sus exploraciones
vaginales. Pero, "como en la vida misma", la naturaleza
y el destino juegan a veces malas pasadas, y por mucho que lo
intentan, nada de nada.
Este punto de partida le sirve
al debutante Ben Elton, curtido durante muchos años como
guionista de televisión, para tejer una inofensiva pero
eficaz sátira sobre los problemas de esterilidad en las
infértiles sociedades occidentales contemporáneas.
En
su primer tramo, Maybe Baby carece de ritmo narrativo
y las escenas más cómicas resultan demasiado rígidas.
Chocan sobre todo los diálogos (algo probablemente reforzado
por el doblaje) que a pesar de ser ingeniosos pecan de excesivamente
antinaturales e insípidos. Conforme avanza, la película
va ganando interés narrativo gracias a la capacidad de
Elton para enriquecer el argumento central con historias paralelas
que terminan confluyendo. Del aburrimiento del principio se
pasa a una resolución previsible, pero consiguiendo entremedio
enredar al espectador en las pequeñas aventuras y desventuras
de los protagonistas.
En la línea de otras comedias
románticas inglesas (Cuatro Bodas y un funeral o
la más reciente Notting Hill), Maybe Baby
ha cosechado un gran éxito de taquilla en el Reino Unido,
logrando también bastante repercusión a nivel
internacional. Uno de los atractivos del film es que cuenta
con varias estrellas en papeles secundarios, como el citado
Rowan Atkinson o Emma Thompson encarnando a una hippy cuarentona
que invoca a las diosas paganas de la fertilidad y lleva a rajatabla
sus convicciones vegetarianas.
La pareja protagonista está
interpretada por Joley Richardson (hija del director Tony Richardson
y la actriz Vanesa Redgrave) y Hugh Laurie (uno de los amigos
de Peter). Ambos cumplen el reto sin demasiada convicción,
y su trabajo resulta forzado en muchos pasajes de la película.
Joley (atento a su parecido con Cameron Díaz) brilla
un poco más cuando su personaje pasa por momentos delirantes
como su fugaz enamoramiento de un apuesto y joven actor que
practica tai-chi, pero roza el ridículo en las escenas
introspectivas (sobre todo en las que simula estar concentrada
y emocionada al escribir su diario).
Maybe
Baby y su director, se sitúan en las antípodas
estéticas e ideológicas de otro de los grandes
éxitos del cine británico reciente: las películas
basadas en novelas de Irvine Welsh. De hecho, Elton ironiza
en Maybe Baby sobre las, según él, falsas
e interesadas pretensiones del autor de Trainspotting
y Acid House, a quien puede identificarse con un personaje
del filme: Ewan Proclaimer. Se trata de un joven guionista y
director, interpretado por Tom Hollander, que rodeado por una
cohorte de admiradores-colaboradores consigue hacerse un hueco
en la BBC con su pinta de outsider de diseño y
sus historias sobre yonkies escoceses.
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