Ficha técnica

Cine y drogas: historia de una adicción
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Blow

Otro de los nuestros

Por Carlos Leal

Penelope Cruz y Johnny DeppMe da la impresión de que, mientras preparaba Blow, el director Ted Demme debe de haber repasado unas cuantas veces la magnífica película de Martin Scorsese Uno de los nuestros. Sólo así puede explicarse la obvia cercanía que se observa entre estas dos películas, tanto desde el punto de vista formal como del temático.

Blow cuenta la historia real del narcotraficante George Jung, desde sus comienzos distribuyendo marihuana de origen mexicano en la costa Este hasta el momento en el que llegó a controlar el 85% del tráfico de cocaína de los Estados Unidos. En un estilo muy similar al usado por Martin Scorsese en la ya citada Uno de los nuestros, Ted Demme recurre a numerosos efectos visuales como la congelación de la imagen, angulaciones extrañas y acumulaciones de fotos fijas a modo de elipsis narrativas. Efectos que unas veces funcionan y otras, lamentablemente, no.

Y es que, por más que lo intente, Ted Demme no es Martin Scorsese, y a la larga eso se nota. Blow se resiente, en primer lugar, de un guión que avanza a trompicones, dejando a su paso infinitud de cabos sueltos. Y, lo que es peor, que tiende a contar las cosas antes que a mostrarlas; por ejemplo, al principio de la película vemos cómo George le explica a su novia cuánto le satisface su vida como traficante de marihuana en Los Ángeles (algo, que, con un mínimo de talento visual, se podría haber solucionado en apenas un par de planos sin recurrir a un truco tan barato).

Además, los conflictos que plantea la película son más bien tópicos. Por una parte se desarrolla la paradoja del sueño americano y la injusticia de una escala de valores que clasifica a las personas por su éxito; George alcanza la riqueza por medios ilícitos mientras su padre se encuentra al borde de la miseria tras una vida de honrado trabajo. Tampoco Blow parece tener nada nuevo que decir sobre el tema de las drogas y, de hecho, pasa sorprendentemente de puntillas sobre el asunto. Así, pese a que en un momento determinado el protagonista sufre un colapso tras haber inhalado demasiada cocaína, acto seguido y sin esfuerzo aparente se quita de la coca (y, ya de paso, del alcohol, el tabaco y no se sabe si incluso del café) durante cinco años.

En todo caso, Blow funciona más o menos bien hasta la mitad de la trama aproximadamente. Entonces, conforme entra en escena el personaje que interpreta Penélope Cruz, la película da un brusco giro desde el thriller hacia el melodrama e instantáneamente comienza a hacer agua. Porque, si la primera parte el filme al menos tiene ritmo y se deja ver con cierto agrado, en la segunda se pone en evidencia la deficiente construcción de los personajes, cuyas motivaciones apenas se perciben.

Este problema es especialmente preocupante en el caso de George Jung, papel interpretado por Johnny Depp. El protagonista de Sleepy Hollow no consigue dotar de vida a un papel desconcertante, un individuo que, más allá de sus actuaciones delictivas, se nos presenta de un modo idealizado. En su vida privada, George es el yerno que toda suegra desearía tener, considerado, atento y muy cariñoso; de hecho, sus preocupaciones pasan más por cómo criar a su hija que por mantener su inmensa red de distribución de narcotráfico. La debilidad del protagonista lastra tremendamente el desarrollo de Blow, más aún teniendo en cuenta que Johnny Depp aparece prácticamente en todos los planos de la película.

Johnny Depp y Jordi MollaAl lado de Jung, los demás personajes de la historia son meros parias, carecen casi por completo de entidad. Algunos lo sobrellevan con dignidad, como Ray Liotta, que pese a su excesiva juventud da credibidad al padre de George, o el español Jordi Mollà, que suple las carencias de su personaje con un histrionismo que lo hace atractivo. Desgraciadamente no se puede decir lo mismo de Penélope Cruz, perdida en un papel que, todo sea dicho, es poco más que la explotación de un estereotipo cultural.

El filme ha sido dirigido por Ted Demme, un cineasta capaz de lo mejor y lo peor, autor de la gran película Beautiful Girls y de otras tan prescindibles como Condenados a fugarse. Su último largometraje hasta la fecha pertenece sin duda a este segundo grupo, y deja en el aire la duda de si Demme puede recuperar el nivel que exhibió en Beautiful Girls o se quedará en un mero artesano creador de artificios como este Blow. Esperemos que no sea así.

   

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