El cine estadounidense suele contar historias de
personas corrientes de orígenes humildes que alcanzan el
éxito gracias a su valía personal y por medios escrupulosamente
honestos. Este no es el caso de Blow, la última
película de Ted Demme, que se acaba de estrenar en Estados
Unidos.
En
la línea de relatos clave de la cultura norteamericana
como El gran Gatsby, de Francis Scott Fitzgerald, el director
de Beautiful Girls cuenta la historia de un personaje que
representa la antítesis del sueño americano: el
narcotraficante George Jung, que en la década de los 70
llegó a controlar en torno al 80% del tráfico de
cocaína en los Estados Unidos.
La película narra el auge y la decadencia
de George Jung a partir de su biografía autorizada; cómo
comenzó a traficar con marihuana en la frontera de México
durante los sesenta y cómo, tras un breve paso por la cárcel,
se encontró dirigiendo casi todo el negocio de la cocaína
en los Estados Unidos y negociando directamente con Pablo Escobar
y el Cártel de Medellín.
La tarea de dar vida al traficante de drogas ha
correspondido al actor Johnny Depp, mientras que Penélope
Cruz da vida a la segunda esposa de Jung, la colombiana Mirtha,
y el catalán Jordi Mollà aparece en un papel secundario,
como el recluso que introduce a Jung en el mundo de la cocaína.
Franka Potente (Corre, Lola, corre) y Ray Liotta completan
el más que interesante reparto.
En Estados Unidos, la crítica ha acogido
Blow con comentarios desiguales. Mientras algunos alaban
la buena factura del filme y el trabajo de sus actores, otros
le acusan de mimetizar películas como Uno de los nuestros
o Scarface e incluso de explotar el éxito conseguido
por Traffic, de Stephen Soderbergh.
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