El número de artículos periodísticos,
libros, críticas o reseñas sobre el fenómeno
Star Wars en los últimos 25 años se acerca
peligrosamente al infinito. Desde el estreno de la primera entrega
de la serie, en el año 1977, innumerables fans,
duros y fieles, han elevado los filmes de la saga a la categoría
de mito cinematográfico. Conviviendo con este fundamentalismo
galactico, toda una generación ha crecido acompañada
por los envites guerreros de la resistencia, el empeño
idealista de Luke Skywalker o la chulería amistosa de Han
Solo. Se trata pues de material sentimental, difícil de
evaluar de forma objetiva, como pudo comprobar el propio George
Lucas tras el estreno de La amenaza fantasma en 1999.
Ese
año, la saga volvía a las pantallas después
de un prolongado paréntesis, levantando una expectación
desconocida hasta el momento en el mundo del cine. Sin embargo,
tras el estreno, la crítica despellejó a Lucas y
los seguidores más radicales de la serie desalojaron las
salas casi con la misma celeridad que las habían llenado.
El clamor fue casi unánime: aquello tenía poco que
ver con el mito que recordaban. "Los antiguos fans siempre
protestan cuando creen que se ha alterado algo de la idea original.
Los críticos normalmente aborrecen mi trabajo. Yo me dedico
a hacer películas y la verdad es que no me ha ido nada
mal", apuntó Lucas. Y no se equivocaba.
Como casi siempre en el azaroso mundo del cine,
George Lucas concibió la idea de Star Wars por pura
casualidad. Desde hacía tiempo, el director de American
Graffiti daba vueltas a la idea de una película de
ciencia ficción. Sin embargo, estaba obsesionado con un
único proyecto: la adaptación cinematográfica
de las aventuras de su héroe juvenil, el viajero del espacio
Flash Gordon. A lo largo de varios años pateó los
despachos de los principales estudios, tratando de convencer a
los ejecutivos de que comprasen los costosos derechos del cómic.
Sólo cuando se hizo evidente que no iba a ser posible,
el realizador decidió explorar sus propios argumentos.
A pesar de todo, el guión de Star Wars
no cautivó a los estudios que lo rechazaron en numerosas
ocasiones. Pero George Lucas contó con la suerte de que su proyecto
fuera aprobado por los managers de la 20th Century Fox, quienes
le dieron un millón de dólares para la realización
de su film. Además la película estaba respaldada también
por su naciente empresa, Lucasfilm, que creó la división
"Industrial Light and Magic" para realizar los increíbles
efectos especiales del filme. Star Wars se rodó
en el año 1976 en países como Tunez, Turquía,
Estados Unidos o Guatemala. La mayoría de los actores eran
desconocidos y, según los informes de la Fox, era convienente
prepararse para un "desastre" considerable.
Pero
la película no sólo no fue un desastre, sino que de inmediato
se colocó entre las más taquilleras de la historia del cine. Además,
Lucas tuvo la visión de asegurarse un buen porcentaje de los beneficios
por merchandising, lo que le hizo rico rápidamente. "Obviamente
no supuse que este tema generaría tantísimo dinero. Yo sencillamente
quería tener el control sobre esa faceta, ya que me horrorizaba
que le pusiesen el nombre de mi película a cualquier artículo
'basura".
El éxito sin precedentes de Star Wars
hizo pensar de inmediato en una secuela. Lucas había tenido
la precaución de no matar a Wader, aunque, según
él mismo afirmaría algo después, no había
pensando en una posible continuación mientras rodaba la
película original. Además, rápidamente, anunció
que él no se encargaría de la dirección,
renunciando en favor de Irvin Kershner, realizador de talla mediana
que, hasta el momento, había alternado su trabajo en cine
con series de televisión norteamericanas. El Imperio
Contraataca se estrenó en 1980, con un presupuesto
de 18 millones de dólares y reedito en apenas unos meses
el éxito de Star Wars.
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