Los primeros éxitos cinematográficos de la Nouvelle
Vague llegaron en el año 1959. François Truffaut obtuvo con su
drama autobiográfico Los cuatrocientos golpes el premio
al Mejor Director en el Festival de Cannes, que también incluyó
ese año en su sección oficial la película Hiroshima mon amour,
de Alain Renais. Jean-Luc Godard estaba exultante: "Hemos ganado
haciendo admitir el principio de que una película de Hitchcock
es tan importante como un libro de Aragon", escribió en "Cahiers
du Cinéma".
1959
marcó también el debut de Claude Chabrol con El bello Sergio.
Un año después, fue el propio Jean-Luc Godard quien comenzó su
carrera cinematográfica con la influyente Al final de la escapada.
Basada en una historia que escribió François Truffaut a partir
de un hecho real, la película rompió moldes no sólo por su novedoso
empleo del montaje y la cámara en mano, sino también por desenfadada
aproximación a una juventud amoral. Además, Al final de la
escapada convirtió en una estrella al actor Jean Paul Belmondo,
que por entonces iniciaba su carrera.
Ese mismo año, 1960, vio también el estreno de
las operas primas de Jacques Rivette (París nos pertenece,
que aunque se rodó en en 1958 sólo vio la luz tras el éxito de
Los cuatrocientos golpes), Eric Rohmer (El signo del
león) y Jacques Demy (Lola). Posteriormente llegarían
películas tan conocidas como Matad al pianista y Jules
et Jim, de Truffaut, Pierrot el loco, de Godard, Los
primos, de Chabrol, Cléo de 5 a 7, de Agnès Varda,
o El año pasado en Marienbad, de Resnais.
Semejante proliferación no puede entenderse sin
tener en cuenta la crisis industrial por la que atravesaba en
aquella época el cine francés. En un momento marcado por la constante
disminución del número de espectadores en las salas, estas películas
se rodaban con presupuestos relativamente bajos, atraían interesantes
subvenciones estatales y por lo general resultaban rentables en
taquilla. François Truffaut reconoció abiertamente esta circunstancia
en 1962: "Con cien millones, vosotros hacéis una película ignorando
si será rentable o no; con cien millones, nosotros hacemos cuatro
y será obra del diablo si al menos uno de ellos no tiene éxito".
No
obstante, en 1965 ya resultaba evidente que la época de la Nouvelle
Vague había pasado. En todo caso, en apenas siete años este grupo
de jóvenes realizadores había conseguido provocar una profunda
renovación temática y estilística del cine francés, consolidando
su concepción como hecho artístico y acercándolo a nuevos públicos,
había trasformado completamente la política de producción cinematográfica
y había creado un nuevo star system poblado por rostros como el
de Jean Pierre Léaud, Brigitte Bardot, Jean Paul Belmondo, Anna
Karina, Catherine Deneuve, Jeanne Moreau o Anouk Aimée.
En estos días, la Filmoteca Española programa
un ciclo que recupera algunas de las películas más importantes
de este movimiento esencial en la historia del cine mundial. Una
ocasión excepcional para repasar o descubrir títulos como Al
final de la escapada, París nos pertenece, Los cuatrocientos golpes,
Hiroshima mon amour y una amplia selección de cortometrajes.
|