Por
Javier Pulido Samper
Hay cierto miedo de agredir lo políticamente correcto
a la hora de valorar filmes con temática social escabrosa, películas
que crean una corriente de empatía con el espectador y que consiguen
que este se muestre interesado por lo narrado y no por cómo se
narra. Este es el caso de El Bola o Sólo mía, de
Javier Balaguer. Nadie puede dudar a estas alturas que el tema
de los malos tratos a mujeres es denunciable y aborrecible hasta
decir basta. No parece, por otra parte, que haya motivos para
pensar en el oportunismo del director puesto que la película se
empezó a gestar hace tres años. Sin embargo, si el tema de del
maltrato a menores fue llevado eficazmente a la gran pantalla
con el debut de Mañas en la dirección, pese a cierta tendencia
al tópico y a la contraposición facilona entre personajes, Solo
m ía hace aguas en demasiados aspectos.
Narrada
mediante largos flash-backs, la película de Balaguer sigue
el proceso transcurrido entre la aparición del amor entre Ángela
y Joaquín y su posterior matrimonio y separación, marcado el camino
por las brutales palizas físicas y psíquicas proporcionadas por
el personaje encarnado por Sergi López a Ángela. El empeño por
querer abarcar demasiado (síndrome Amenábar) provoca que se recurra
a numerosas elipsis que, en ocasiones, flaco favor le hacen a
la estructura narrativa. Si el flechazo entre ambos parece de
anuncio de desodorante para hombres por breve, forzado y estereotipado,
hay secuencias verdaderamente cogidas por los pelos y deshilachadas
del conjunto de la narración.
La falta de precisión en la manera de enfrentarse
a estos saltos temporales es la responsable de que la evolución
del personaje al que da vida López sea demasiado esquemática.
Intuimos su pasado de novio perfecto gracias a dos o tres instantáneas
marca Familia Gladys, pero se elude el proceso interno que le
lleva a incubar el germen de la destrucción. Como resultado, el
personaje queda absolutamente desdibujado. Y de ello es responsable
el guión, que pese a los esfuerzos de documentación del equipo
de rodaje por transmitir el mayor verismo, cae en ocasiones en
lugares comunes, y la interpretación de Sergi López, que se encuentra
muy alejado de sus mejores papeles, estancándose precisamente
en aquellos momentos en donde debería contribuir a hacer avanzar
la acción.
Bastante más acertada está Paz Vega, que logra
muscular el personaje de Ángela con convicción y hondura, uno
de esos papeles, por cierto, que sonará fuerte en la correspondiente
edición de los Premios Goya por la corriente de empatía emocional
que arrastra. Hanks podría decirnos mucho de esto. Es ella la
que consigue remontar el vuelo de Solo mía en un par de
secuencias, precisamente las menos explícitas y turbadoras, que
logran desarmar sin recurrir a grandes alardes. Pese a todo, Ángela,
como Joaquín, no parecen tener entidad propia que no sirva a los
fines de lo narrado, con el consiguiente riesgo de acartonamiento.
Peor lo tiene el resto del reparto, puesto que en su mayoría poco
puede hacer su forzada interpretación cuando sus monolíticos personajes
aparecen de forma gratuita y desaparecen sin dar explicaciones,
sin aportar prácticamente nada a lo filmado.
Solo mía pretende dar una arriesgada vuelta
de tuerca al tema de los malos tratos a la mujer con una secuencia
que vertebra los diferentes flash-backs de la historia. En ella
se nos representa a Joaquín maniatado y sumiso a merced de Ángela,
el cazador a merced de la víctima y experimentando sus miedos
y frustraciones. Se trata de una secuencia rodada de manera efectista
y que provoca una acertada ruptura con la narración pero que lamentablemente
pierde toda su naturaleza subversiva merced a un final de juzgado
de guardia, tramposo y chapucero, un acabado resuelto con irritante
impericia y que acaba dejando con mal sabor de boca y con la sensación
de oportunidad perdida, puesto que a una película de este tipo,
además de ser valiente, y Solo mía no se atreve del todo
a serlo, se le exige un acabado formal y una coherencia interna
por la que pueda ser apreciada como obra artística y no sólo como
instrumento de denuncia.
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