Por
Javier Pulido Samper
El escritor Raymond Carver se encargó de retratar
en sus cuentos las tragedias cotidianas, imperceptibles de los
personajes de la América profunda, plagando su obra de guiños
cariñosos a unos personajes vacíos, a los que pese a todo se
les otorgaba pocas veces la oportunidad de redención.
La
mayoría de los personajes de Monster´s Ball podrían haber
salido de la pluma de Carver. Despojada de vestimentas formales
gratuitas, es una película incomoda en la que los silencios
son mucho más expresivos que las palabras y en la que hay que
saber explorar parar leer en unos rostros curtidos por el dolor
y el vacío.
Comienza Monster´s Ball como un friso
enfermo que retrata a la vez la vida de una generación familiar
de funcionarios de prisiones en Georgia y las últimas horas
con su mujer e hijos de un preso condenado a la pena de muerte.
Una olla a presión en la que los personajes han renunciado desde
hace tiempo a cualquier posibilidad de comunicación y carecen
de la capacidad de mostrar sentimientos. Para acentuar la sensación
de soledad, el suizo Marc Forster recurre a planos austeros,
economía expresiva y contención en la forma de rodar, que se
extiende a la ejecuciones, filmadas con un distanciamiento atroz.
No necesita Forster de alharacas técnicas ni sentimentalismos
forzados para retratar el amor de un ciego de un hijo por su
padre, que le lleva por el camino de la autodestrucción y la
muerte.
Con trazo seguro, pero a carne viva, Forster
es capaz de reflexionar sobre temas universales como la familia
o la diferencia de razas y frenar en seco una vez que la atmosfera
se ha hecho irrespirable. Para que nazca algo puro lo anterior
debe pudrirse y es el único gesto de humanidad, el horror del
hijo del funcionario Hank Grotowski ante su primera ejecución,
lo que desencadena la catarsis de la acción y envuelve a los
personajes en un torbellino de emociones que no entienden, porque
simplemente nadie les ha enseñado a sentir.
El
increíble requiebro de la trama que une a Hank con la viuda
del ejecutado funciona mejor de lo que cabría esperar a priori,
y alberga uno de los momentos más emotivos que uno recuerda
en el cine reciente, cuando por primera vez el funcionario es
capaz de mirar a la cara a la persona con la que hace el amor.
Por si todavía quedaba alguna duda acerca de la convencionalidad
de la producción, Forster rueda el negativo de la arquetípica
historia de amor hollywoodiense, con unos anti-héroes que se
pueden entender mejor que nadie porque se han quedado solos
y a los que dan vida magistralmente Billy Bob Thornton y Halle
Berry, que reclama a gritos un giro de 180º en su carrera, tras
su recital interpretativo.
Hay en Monster´s Ball, en medio de la
herida abierta, un momento de inflexión en el que los personajes
deben elegir entre seguir mascando soledad o redimirse por amor
(o simplemente por eludir esa soledad, ya no les queda capacidad
de aguantar tanto dolor). Un rostro desencajado y temeroso de
Berry basta para constatar que los autómatas se han convertido
por fin en humanos, demasiado humanos.
Es una verdadera lástima que la película se
venda como una historia de amor interracial, porque esto es
solo la cáscara de una producción valiente y sin concesiones,
un suicidio comercial que, al igual que en Intimidad,
radiografía la soledad de manera bruta. Dispone además Monster´s
Ball de una increíble banda sonora en la que bandas como
Jayhawks refuerzan y complementan a la perfección las imágenes,
como ya ocurriera con los cinematográficos Tindersticks en la
película de Patrick Chereau.
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