Por
David Montero
Quizás es verdad, como anunció el poeta, que la
vida siempre está en otra parte y que es uno quién debe salir
a buscarla para agarrarla y quedarse con ella. Oliverio quiere
su vida, quiere encontrar a la que vuela; un fantasma que persigue
en todas las mujeres que le salen al paso. Mientras la elegida
llega, Oliverio expulsa a las candidatas descartadas de su cama
y de su vida con la comodidad de quien aprieta el botón de su
lamparilla de noche. Sin embargo, eso no es la vida. La vida,
por supuesto, está en otra parte, así que, después de diez años,
Oli ya no puede librarse de las mujeres con tanta facilidad. La
que vuela no aparece, el tiempo apremia, su pelo ya no está y
la muerte, calzada con tacones de aguja, sonríe satisfecha mientras
baila un tango con su hombre.
Pero,
a pesar de todo, Oliverio ha elegido la vida y sigue confiando
en que hallará a alguien que le complete. Por eso sigue leyendo
poemas y rechazando empleos, luchando cada día con sus
dobles, sus reflejos. Oliverio se empeña en avanzar en los márgenes
de una película, la suya, ideada por otra de sus personalidades,
la más real: Eliseo Subiela, que le creó como a tantos
otros de los personajes que pueblan sus películas.
Hace ya diez años que Subiela creó a Oliverio,
su alter-ego ficticio, que le dio un éxito sin igual en
Argentina, donde El lado oscuro del corazón no dejó a nadie
indiferente. Jalonada por la voz clara de Oliverio Girondo, de
Alejandra Pizarnik, esta segunda parte no es tanto una secuela
al uso como un filme hecho desde el tiempo, que busca dar a un
personaje la consistencia real de una persona, de alguien sujeto
al envejecimiento, al miedo y al cambio.
"En diez años pasa una vida", reza un tango porteño,
quizás por eso Subiela se ha visto obligado a regresar
ahora a Oliverio, glosando a través de él los cambios que se han
producido en su propia vida. Ahora la imagen del espejo devuelve
a otro Subiela: más asustado, menos arrogante, más
humano, con más sentido del humor. "Estuve a punto
de morir en Barcelona y eso me marcó profundamente, era
el momento de hacer esta película", asegura el director.
Así, Subiela descolgó el teléfono
y reunió a los protagonistas de la primera parte, Dario
Grandinetti (Hable con ella) y la bellísima Nacha
Guevara, junto a nuevos interpretes como Ariadna Gil, que encarna
a Alejandra, y Manuel Bandera. Todos han logrado un filme de una
rara belleza poética, una alegoría literaria en el que el tiempo
lleva casco de motorista, la muerte te pasa ofertas de empleo
y el amor puede generar luz eléctrica en una bombilla. Cine necesario,
palabras vacías, pero que valen casi una vida. Casi.
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