Por
Alejandro del Pino
La polémica proclamación del Manifiesto Dogma a
mediados de la década de los 90 fue tanto un gesto de provocación
estética como una calculada y sutil operación promocional que
ha permitido hacer películas con escaso presupuesto y muy buena
aceptación en taquilla. Por el momento, el resultado de esta ingeniosa
contrarreforma cinematográfica ideada por Lars Von Trier y Thomas
Vinterberg han sido cinco películas "oficiales" y un buen puñado
de producciones anexas que han apostado por un estilo depurado
y directo, que prescinde de ciertos artificios técnicos y narrativos
y se autoimpone una serie de reglas de cumplimiento obligatorio.
Más
allá de sus contradicciones y de su descarado e irónico oportunismo,
la irrupción de Dogma 95 en el aburrido panorama cultural de finales
del siglo XX ha servido para revitalizar el debate artístico en
torno al cine y cuestionar algunas de las reglas no escritas que
los grandes intereses ecónomicos han impuesto en el arte capitalista
por excelencia. Por supuesto una mínima madurez intelectual permite
al espectador comprender que ninguna propuesta es interesante
(o deja de serlo) por estar encuadrada en un movimiento concreto.
La marca de fábrica Dogma 95 ha servido para que conozcamos más
y mejor la cinematografía danesa reciente. Además dependiendo
de los intereses, expectativas y presupuestos estéticos de cada
espectador, ha dado tantos gustos como disgustos. Personalmente
me quedo con las dos venenosas parábolas que abrieron la brecha:
Los idiotas y Celebración.
Con Italiano para principiantes el Dogma
se camufla de comedia romántica (o al revés) y nos sorprende con
un argumento tan eficiente como convencional. El film dirigido
por Lone Sherfig obtuvo la Espiga de Oro en la última edición
del festival de Cine de Valladolid y también salió galardonado
en la pasada Berlinale. Narra y describe con humor y ternura las
preocupaciones vitales y las peripecias amorosas de un grupo de
personajes solitarios que encuentra en un cursillo de italiano
una válvula de escape a sus vidas desgraciadas.
Prescindiendo
de la etiqueta que le precede, podríamos definir Italiano para
principiantes como una entretenida comedia elaborada con conciencia
artesanal y un notable sentido de la contención y la sobriedad.
La mirada de Sherfig sobre los personajes es comprensiva y cálida,
convirtiéndolos en seres entrañables a pesar de sus defectos y
limitaciones. Aparte de alguna que otra carcajada, la película
se ve con una perenne media sonrisa triste, con una dulce y sana
melancolía que sin embargo evita el discurso sentimentalista.
La austeridad de los decorados, la cotidianidad de las situaciones,
la espontaneidad de los diálogos y el carácter reservado de la
mayor parte de los protagonistas, aleja al film de Sherfig de
las comedias románticas al uso. Aunque en su estructura narrativa
y en su resolución argumental el film responde a las pautas más
convencionales del género, con happy end incluido.
Italiano para principiantes es una comedia
amable en la que destacan los apuntes de humor negro, la sólida
construcción de los personajes y un excelente (y muy profesional)
trabajo de dirección de actores. Concluyendo podríamos decir que
el primer film Dogma dirigido por una mujer entretiene sin artificios
ni excesos, sin provocaciones gratuitas ni psicoanálisis casero.
Pero carece del potencial subversivo y revoltoso (por muy oportunista
que fuera) que ha dado sentido a la ingeniosa gamberrada teórica
que se inventó un grupo de cineastas reunidos en Copenaghe en
la primavera de 1995 .
|