Por
José Manuel Moreno
Lo importante es el camino y lo tenía claro Gerald
Brenan, el joven escritor inglés que camina para enfrentar su
suerte o quizás para encontrarla. Un soñador que se ve atado en
la sociedad victoriana de principios de siglo y que quiere llevar
sus experiencias más allá de la rutina que la nobleza de su familia
le traslada, viajando a pie y asentándose de forma provisional
en un poblado perdido de la Alpujarra granadina.
Una
historia que no pasó desapercibida a los ojos de Fernando Colomo
y que la ha convertido en su último trabajo. Un largometraje contado
en forma de comedia, que se centra en la historia apasionada que
vivirá el joven escritor con Juliana, una seductora adolescente
de la aldea que le revelará la plenitud del amor físico y le ayudará
a liberar su propia actitud hacia la vida. El guión está basado
en la biografía que Jonathan Gathorne-Hardy (co-guionista junto
con Colomo del filme) hizo sobre Brenan y que publicó bajo el
título "The Interior Castle".
Una vez más Fernando Colomo, nos demuestra que
le interesan, sobre todo, las historias que se colocan a mitad
de camino entre la realidad y la ficción, entre la comedia y el
drama. Sus películas (las más afortunadas) se colocan en ese punto
en el que el sentido viene determinado por una confluencia de
circunstancias, por un choque de culturas o de realidades diferentes
pero que, al mismo tiempo, se reconstruye a través de la negociación
del transcurso diario de los acontecimientos con la mirada ajena
o extraña que penetra en este círculo y que saca a la luz toda
una serie de particularidades.
Títulos como La línea del cielo (1983),
Bajarse al moro (1988) o Los años bárbaros(1997)
mantienen esta constante en la que elementos como la localización
exótica, el uso de otros idiomas o la mirada ajena, se convierten
en una marca casi personal del autor. Marca que encarna perfectamente
el personaje de Brenan que desmiente radicalmente esa frase célebre
que señala que la lectura es el viaje de los que no pueden tomar
el tren. En su caso el toma el tren, el burro, el camino cargado
como incansable lector que era, de más de dos mil libros que lo
acompañaban.
Sin embargo, tal vez por procurar tanto ese espacio
de intersección la historia de la película no acaba de cuajar.
Quien conozca la biografía de Gerald Brenan pensará que todavía
falta la película definitiva que recoja sus andanzas, quien prefiera
un cine social que nos cuente la vida rural se quedará con Los
Santos Inocentes y quien, por su parte, prefiera las historias
de amor, no tardará en olvidar esta cinta. Demasiado para abarcar
y el resultado se queda en la mitad del camino, cosa de la que
se resiente sensiblemente el final de Al Sur de Granada.
De
todas formas, los personajes de la película están por encima de
la historia y hay que valorar enormemente la labor de sus actores,
sobre todo, de los secundarios. Con un Guillermo Toledo enormemente
caracterizado y con una actuación prodigiosa de Consuelo Trujillo,
en el papel de María, la criada.
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