Hoy en día, los jóvenes constituyen
el principal segmento del público cinematográfico,
y eso es algo que desde hace años tienen muy en cuenta
en la industria cinematográfica. El resultado más
obvio ha sido una progresiva infantilización de las películas,
que se dirigen en su gran mayoría a unos espectadores cuya
edad se encuentra entre los 15 y los 25 años. De este modo,
cualquier tema que interese a los adolescentes tiene su consiguiente
traslación cinematográfica: los deportes, las relaciones
personales, la música y, por qué no, los videojuegos.
Dos
son las superproducciones que este verano trataran de convertir
en oro la afición de los jóvenes por los juegos
electrónicos: Tomb Raider y Final Fantasy: The
Spirits Within. La primera de ellas viene de los Estados Unidos,
y busca aprovechar el tirón de la heroína Lara Croft,
que es interpretada en la gran pantalla por Angelina Jolie, ganadora
de un Oscar a la mejor actriz secundaria por Inocencia interrumpida.
Por su parte, Final Fantasy: The Spirits Within es una
coproducción de EE.UU. y Japón que adapta una conocida
serie de videojuegos de rol nipones, en este caso a través
de la animación digital. Este juego ya tuvo su adaptación
en dibujos animados manga allá por 1994, en un título
que en España se estrenó directamente en vídeo.
Ambos caminos, el de la animación y el de
los actores reales, han sido igualmente transitados desde que
la industria del cine decidió comenzar a rodar películas
basadas en videojuegos. De hecho, los juegos electrónicos
más populares han llegado a tener versiones de ambos tipos;
esto le sucedio, por ejemplo, a Street Fighter 2, que en
1995 tuvo su reflejo en la gran pantalla tanto con actores reales
(en una lamentable película protagonizada por Jean Claude
Van Damme y Raul Julia, entre otros) como en dibujos animados.
Apenas
dos años antes pueden situarse los orígenes de este
subgénero cinematográfico. En 1993 se rodaron las
dos primeras películas que buscaban su inspiración
en los juegos electrónicos: Super Mario Bros. y
Double Dragon. La mascota de Nintendo dio el salto a la
gran pantalla con muy poca fortuna, en una insulsa comedia en
la que Bob Hoskins y John Leguizamo daban vida a Mario y Luigi
mientras que Dennis Hopper interpretaba al malísimo rey
Koopa. La película resultó un tremendo fracaso,
ya que apenas recaudó cuatro mil millones de pesetas en
el mercado estadounidense. Meses después se estrenaba Double
Dragon, un filme basado en la máquina recreativa clásica.
Protagonizada por Robert Patrick y Mark Dacascos, la película
también supuso un fiasco en todos los sentidos.
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