Eran ya las doce y veinte de la mañana y estabamos
todos impacientes esperando a que llegara. Se nos había convocado
a las doce en punto en el hotel Ars de Barcelona, pues Woody Allen
iba a dar una rueda de prensa para presentar su nueva película,
La maldición del escorpión de Jade. El ambiente empezaba
a caldearse, llevábamos más de media hora todos en nuestros sitios,
preparados para disparar los flashes cuando apareciera, pero ese
momento parecía no llegar.
Debo
reconocer que seguramente yo era una de las más impacientes, ¡no
se ve cada día a tu ídolo idolatrado y defendido hasta la saciedad!.
Finalmente se oyó un "¡Ya llega!". Todos nos giramos a ver si
realmente era verdad, y efectivamente el señor Allen apareció
por la puerta. En ese instante todos le perdonamos su media hora
de retraso, como no íbamos a hacerlo si entró con esa expresión
tan suya, tan típicamente alleniana, de timidez y atontamiento
(que no de tonto, porque de eso no tiene un pelo).
El fotopress duró un minuto, en el que realmente
daba la impresión de que lo estuviera pasando fatal, y rápidamente
pasó, y pasamos, a la sala de la rueda de prensa. Tras la previa
aclaración del traductor de que estaba prohibido hacer fotos y
del ya típico "Por favor, apagad los móviles", empezaron las preguntas.
Se le veía bastante cómodo, mirando muy de cuando en cuando sus
hojas, escuchando atentamente tanto a quien hacía la pregunta
como al traductor.
En la tercera pregunta ya se tocó el tema de los
atentados de las Twin Towers de su querida Nueva York, y él, muy
claro y seguro, contestó a todo lo referido a ese tema con aplomo
y bastante distanciamiento, me explico, afirmó que según él se
puede hacer humor de todo, incluso de estos atentados, siempre
y cuando no se trivializaran ni hirieran a las personas directamente
afectadas.
Woody Allen tiene esa gran virtud de hacer de preguntas
simples respuestas inteligentes, y el lunes lo demostró. Estuvo
más divertido de lo que suele estarlo en las entrevistas e incluso
contó anécdotas y intimidades como que el hecho de que le gustaran
las mujeres inteligentes y dinámicas le había comportado más de
un problema en su vida privada, guiño al que todos respondimos
con una carcajada, al igual que el hecho de que cada mañana cortara
en siete pedazos su plátano.
Mientras estaba allí sentada mirándolo no pude
evitar fijarme en lo físicamente débil que es, más de lo que se
ve en las películas, y me di cuenta que ese hombre al que tenía
enfrente no era ni mucho menos lo que aparentaba, tenía mucho
mérito, había conseguido mucho, y no me refiero al dinero, me
refiero a algo más importante, había conseguido reconocimiento
y admiración. Si Woody Allen no fuera Woody Allen sólo nos fijaríamos
en que es un hombre enclenque, bajito, feo y con voz de pollito
y ni nos fijaríamos en que bajo esa inseguridad de fachada hay
un hombre divertidísimo, ocurrente, listo, ... genial.
Volviendo a la rueda de prensa, Allen habló poco
de su película, como nota interesante comentó que lo que más le
gusta de todo el proceso creativo es la hora de añadir a la película
ya editada la banda sonora, y que ésta es casi toda de su colección
privada de discos, una curiosidad que desconocíamos.
Habló también de su próxima película, ya rodada,
que tiene por título "Hollywood ending", en la que él hace el
papel de un director de cine de Manhattan. Según palabras del
propio Allen, ésta es la película más divertida que ha hecho en
años.
Llegó el final, tras unos cuarenta minutos escasos
de preguntas, Woody Allen se despidió de todos los asistentes
tal como se había presentado, con una tímida sonrisa en los labios
y un saludo con la mano. Así se fue, yo lo seguí con la mirada
hasta que desapareció por la puerta, atontada como una niña.
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