La vida como un cuento de hadas

Por Carlos Aguilar Sambricio

Vender esta película como una historia de miedo -o con un importante porcentaje de él- al igual que pasó con El bosque, es un error. Shyamalan creo que está teniendo problemas para encontrar la audiencia apropiada para sus filmes, lo cual repercute en la acogida de los mismos, debido a la engañosa publicidad que los precede. Éste es un filme concebido con una mentalidad ingenua que, aunque apto y recomendable para los adultos, debería llegar a aquellos más dados a tener esa actitud: los niños. De hecho, incluso da la sensación de tener el candor y la ternura de una película de los 80.

Me gusta la idea que tienen directores como Shyamalan, Burton o Spielberg de ver el mundo con ojos inocentes pero me temo que, en este caso, el director de origen indio lo va a tener muy complicado. La mayoría de los espectadores encontrarán ridícula la premisa pero yo admiro y aplaudo la intención de hacernos partícipes de un cuento. Es algo que escasea en el cine actual.

La cuestión es que Shyamalan hace muy poco para atrapar a un público mínimamente cínico ya que gran parte de las resoluciones que elige son ciertamente absurdas. Me da la impresión de que cuando Shyamalan no se toma en serio, el resultado final no funciona, parece desequilibrado, y se hace difícil, por tanto, pasar emocionalmente de una escena estúpida a otra conmovedora.

Shyamalan parece estar narrándonos un cuento de hadas en tiempo real. Y como pasa cuando los padres improvisan bajo la atenta mirada de sus hijos, la historia se pierde en el ecuador de la película sin una clara dirección y sin mucho material de interés. La parte central se convierte en mera paja hasta que se llega al tercer acto. Shyamalan parece no saber cómo desarrollar el argumento. La base de la historia es interesante pero el relleno es pobre. Se preocupa demasiado en dar vueltas alrededor de quiénes son los personajes de la historia.

El filme tiene el encanto y la magia suficientes para mantenerte interesado e, incluso, disfrutar con la película. Quizás las expectativas que despierta cada nuevo proyecto de Shyamalan probablemente perjudican la percepción que tenemos de ellas porque es más que probable que La joven del agua acabe convirtiéndose en una pequeña pero estimable película, que aboga por la circunstancia de que las personas tenemos un propósito en la gran historia de la vida.

Shyamalan maneja la tipificación de los cuentos para darle una vuelta de tuerca y, aun así, mantener la historia dentro del microcosmos que requiere el género. Lo cual hace la película original y fresca. Sin embargo, el director se mete en la boca del lobo y no sabe como salir de ahí. Lo que podia haber dado para una formidable muestra de su talento narrativo como escritor, lo cual ha sido puesto en entredicho en otras ocasiones, deviene decepción al comprobar que no consigue encontrar los recursos necesarios para trascender la premisa o, al menos, mantener la expectación que puede despertar el argumento.

Así todo, Shyamalan no deja de asombrarme con la facilidad que tiene para encontrar la imagen perfecta para cada momento. Creo en la libertad del autor para escribir y dirigir su propio material, sin que ello deba considerarse pretencioso o prepotente, pero a veces sí que parece que a Shyamalan le haría falta confiar en alguien para trabajar más en lo que se refiere al guión.

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