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Truman Capote

Título

 Truman Capote

Título original
Capote
Dirección
Bennett Miller
Intérpretes
Allie Mickelson
Kelci Stephenson
Philip Seymour Hoffman
Craig Archibald
Bronwen Coleman
Año
2005
Guión
Dan Futterman
Gerald Clarke

 

Cría actores y échate a dormir

Por Sergio Vargas

Es un hecho evidente, el biopic está de moda. Los hay encubiertos, como Velvet Goldmine, Ciudadano Kane o, según dicen, Last Days (aunque algunos lo niegan rotundamente, al parecer lo nuevo de Van Sant tiene bastante que ver con Kurt Cobain) y los hay descubiertos, como Camarón. Los hay en formato de superproducción, como El aviador, y los hay más modestos, como Frida. Los hay sobre personajes ya fallecidos, como los recientes Ray o En la cuerda floja, y el propio Truman Capote que ocupa estas líneas, y los hay sobre leyendas que aún permanecen con nosotros, es el caso de Ali y Volando voy. Los hay también geniales, como Ed Wood, Toro salvaje o El hombre elefante, y los hay mediocres, pero de esto no daré nombres, porque es de mal gusto, y porque arriba ya he dado más de uno.

Deberemos encuadrar el debut en la dirección de Bennett Miller en este género tan variopinto. El guión de Dan Futterman, que toma como punto de partida la biografía de Truman Capote escrita por Gerald Clarke, centra exclusivamente su punto de mira en la época de la vida del autor en la que escribió su novela más popular, A sangre fría, convirtiéndose así no sólo en el retrato de la vida del personaje, sino sobre todo en la reconstrucción de un proceso creativo del mismo modo que Cronenberg hiciese con El almuerzo desnudo de William S. Burroughs, y, por supuesto, salvando las distancias, pues el film del canadiense era algo mucho más complejo que un mero retrato reconstructivo.

A pesar de que la película ha cosechado ya varios premios y es una seria candidata a los oscar de este año, amén de la gran campaña publicitaria que la soporta y el oportunismo de estrenarla en el ochenta aniversario del nacimiento del escritor (creo que no me dejo nada), hemos de tener en cuenta la forma en que Miller huye de los lugares comunes en la medida de lo posible, eludiendo el espectáculo grandilocuente y vacuo muchas veces característico de este tipo de producciones, y abogando por la contención que se traduce en una discreta puesta en escena que puede permitirse mientras deja hacer a sus intérpretes, sin miedo de los largos planos-contraplanos (los diálogos entre Capote y Harper Lee —Catherine Keener— y sobre todo los que el escritor mantiene con el asesino Perry Smith —Clifton Collins Jr.) que se sostienen merced a un reparto impagable. Esta contención formal y emocional es, sin embargo, interrumpida de forma brusca en dos momentos puntuales: cuando Perry está relatando el asesinato de los Clutter, en el que se nos introduce mediante un flashback en sus vívidos recuerdos, pero de una forma fría y cruda, de modo que a pesar de la dureza de las imágenes se mantiene la contención a nivel formal. Algo parecido ocurre cuando se nos convierte en testigos del ahorcamiento del criminal, cuya respiración justo antes del fatídico momento transmite una angustia bastante incómoda al espectador, probablemente similar a la mezcla de sentimientos que se daría en el protagonista, debatiéndose entre la tristeza por la pérdida y la alegría por poder publicar, finalmente, su revolucionaria novela.

Parte del secreto de esta contención se halla también en la música, una discreta y efectiva partitura del curtido Mychael Danna, impensable por ejemplo en los biopics basados en la vida de músicos, más proclives a compartir su banda sonora con los greatest hits del homenajeado en cuestión, que a veces casi se encargan de imponer un ritmo en ocasiones inadecuado, cometiendo el error de construir la secuencia en base a la música (algo que se puede hacer en determinadas ocasiones muy concretas, y solo por manos expertas) en lugar de a la inversa.

Philip Seymour Hoffman, con la desmesura que caracteriza a casi cualquier seria candidatura a un oscar de interpretación, hace suyos el peculiar timbre vocal y los amanerados ademanes del escritor, y nos retrata a un Capote tal y como dicen que era los que lo conocieron, muy amigo de sus amigos, pero perfectamente capaz de traicionarlos y de aprovecharse de ellos (esto se ejemplifica perfectamente en su relación con Perry, describiéndose simplemente mediante los diálogos y las interpretaciones de ambos actores la amistad que les une, y como a la vez Truman le miente sobre lo que está escribiendo, nutriéndose además de la relación para avanzar en su novela), y también muy pagado de sí mismo (aunque no hubiera podido alimentar su ego sin la inestimable ayuda de los difícilmente eludibles satélites que surgen al lado de los genios excéntricos como él). Pero nadie es perfecto, y el podía permitirse ese ego porque sabía perfectamente que era uno de los mejores escritores americanos del siglo XX, y eso no lo pondrá en duda quien haya leído sus obras (el prólogo de Música de camaleones es bastante significativo respecto a lo que para él significaba el arte de la escritura), cuya lectura e incluso relectura siempre recomendaré como la mejor forma de acercarse al autor antes que ver una película como esta, tal vez (o tal vez no) innecesaria desde el momento en que existen esas novelas. Y por encima de la media en cuanto al biopic se refiere, eso no lo niego, a pesar de tratarse de lo que muchas veces suele denominarse como “una película de actores”.

Ayer me comentaba un amigo que escuchó en la radio, hará cosa de un mes, que había muerto el gran Isaac Hayes. Después de lamentarlo profundamente, de escuchar una vez más los inconmensurables Hot Buttered Soul y Black Moses y de no extrañame lo más mínimo de no haberme enterado a través de los medios de incomunicación, hoy he descubierto que mi amigo tiene un problema auditivo o la radio mentía, pues Hayes vive, colea e incluso va a sacar un nuevo disco, aunque sea recopilatorio. Espero no tener que enterarme de su fallecimiento (ojalá que lejano) porque Ron Howard dirija una película con Jamie Foxx de protagonista, y que cuando su hora llegue, le dejen descansar tranquilo y en paz. Aunque claro, si dirigiese John Carpenter y el protagonista fuese Ice Cube, o Forest Whitaker, se puede uno sacrificar e ir al cine, incluso ilusionado. Y si hacen la película cuando aún esté vivo, pues miel sobre hojuelas.

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