Aventuras de un fantasma en La Mancha
Por
Carlos Aguilar Sambricio
Almodóvar
podría haberse perdido dentro de su propio mundo y prestigio. La
mala Educación, un ejercicio rencoroso de exorcismo, parecía apuntar
a una sofisticación artificial típica de alguien que es consciente
de su posición en la industria del arte. Hay quien puede pensar que
en Volver sigue sin haber recuperado la frescura de sus inicios,
y probablemente esté en lo cierto. Pero el dominio del lenguaje que
ha ganado con los años ‘nuestro Pedro’ lo compensa sobradamente.
Su última obra es, de hecho, una especie de ¿Qué he hecho yo para
merecer esto? en versión mejorada y más graciosa.
Volver
es Almodóvar en esencia, en bruto. Aunque más accesible para el gran
público, el filme es extremadamente característico del estilo y microcosmos
extravagantes que han fascinado a la crítica mundial pero que, al mismo
tiempo, han rechazado muchos de sus compatriotas. Quizás lo que ha
hecho que me guste su propuesta, o lo que puede hacer que complazca
a otros escépticos, es que el manchego impregna a esta vuelta a su
tierra de una sustancial comicidad que es de agradecer. El cineasta
aparca la actitud solemne, reduce lo forzado de muchas de sus singularidades,
y nos presenta una La Mancha alegre que se ríe de sus propias supersticiones
y que afronta con total naturalidad algo tan grave como la muerte.
Salir airoso
del difícil trago de combinar comedia y drama es algo que destacar del
Almodóvar guionista. En una aparente indecisión genérica, nos entrega
una sólida comedia negra de sentimiento blanco, que está sin duda
entre lo más gracioso que ha elaborado en toda su carrera. Hasta el
punto de que casi parece autoparodiarse por momentos.
En ese universo
femenino donde nuestro internacional cineasta se siente tan cómodo
y donde el hombre es una especie de elemento extraño, Penélope Cruz
es la actriz que tiene el papel más jugoso. Se había dicho que
Volver nos mostraría a esa buena intérprete que una vez fue y,
más allá de que dicho tópico no lo comparta, lo cierto es que quienes
impresionan son la incombustible Carmen Maura y una sensacional Blanca
Portillo que representa fielmente a todas las vecinas a las que el director
quería rendir tributo.
Capaz de crear,
como siempre, imágenes cinematográficas perdurables, esta vez Almodóvar
tiene el mérito de haber hecho interesante la cotidianeidad, de haber
trazado una aventurera comedia doméstica y, sobre todo, de haber conseguido
que uno quiera, y no siempre lo pone fácil, sumergirse en su particular
universo.
Comparte este texto: