El valor de una distopía sin sustancia
Por
Carlos Aguilar Sambricio
V de Vendetta es la última
de las adaptaciones de novelas gráficas que con tanta frecuencia estamos
presenciando en los últimos años. A pesar de haber abrazado críticas
favorables y un reconocimiento de público bastante grande, el que escribe
debe reconocer que sólo alcanza a ver mediocridad donde otros
ven genialidad. No habiendo leído el comic, mi visión no está viciada
por las comparaciones. Me remito a lo que aparece en la pantalla y no
a lo que falta o han cambiado respecto al original, lo cual suele ser
perjudicial a la hora de hacer un análisis de una obra determinada.
Tampoco quiero utilizar la
cuestión de que al autor, Alan Moore, no le haya gustado, no ya sólo
porque esto pueda ser por razones personales, sino porque estamos acostumbrados
ya a que los creadores sean excesivamente recelosos de las adaptaciones
en las que no participan. A Moore, por lo que se ha comentado, no le
ha gustado cómo su protagonista se ha convertido en un terrorista romántico
que reacciona ante un Estado opresor. Personalmente, prefiero no juzgar
las obras moralmente por mucho que no comparta sus ideologías y es
que en realidad el problema del film no está en lo que cuenta sino
en cómo lo cuenta.
La superficialidad total y
obvia del planteamiento y las cuestiones morales está envuelta en un
manto de pseudo-inconformismo social que satisfará a los que gusten
de una conciencia antisistema no razonada. Está tan mal narrada como
las secuelas de Matrix, sin profundidad temática, sin coherencia
argumental, con personajes unidimensionales y con un preocupante problema
de ritmo en toda la mitad de la película.
La película de McTeigue y
los hermanos Wachowski recoge el testigo de los que antes han realizado
ciencia ficción distópica pero no aporta apenas nada. Se nutre de
todos los tópicos del subgénero sin rascar la superficie. Se ven de
nuevo, y esto también está de moda, similitudes claras con la situación
política actual, que pretenden dar un sentido nuevo, una segunda lectura
que queda bien de cara al público pero no apunta a nada en concreto.
¿Cuál es el fundamento del
régimen dictatorial que vemos? ¿Qué es lo que propone o contra qué
se opone? Mostrar un gobernante que imita a Hitler y un mundo donde
no hay libertades me parece insuficiente para apartarse de lo olvidable
y lo impersonal. Shyamalan, en la gran infravalorada El bosque,
diseccionaba hábilmente los entresijos de una sociedad apartada por
unos líderes que, equivocados o no, tenían unos ideales por los que
luchar. Ahí sentías el miedo y la carga dramática de la situación.
En V de Vendetta toda
la trama se resume finalmente a una venganza pura y dura. Tú me has
hecho daño, yo te hago más daño. Para llevar a buen puerto algo de
esa liviana complejidad, se necesita la ausencia de pretensiones de
alguien como Tarantino y, por supuesto, el enorme talento de alguien
como él. Hay que tener estilo para ser vacío.
No se consigue una obra reflexiva
por contar con un carismático, eso sí, personaje principal que recita
referencias clásicas, ni por hacer gala de esos banales y pedantes
textos con que los hermanos guionistas parecen querer adornar las carencias.
Se agradece una gran producción,
y lo que aporta al diseño de decorados en este caso, en la que al menos
se aspire a narrar algo menos trivial que el blockbuster de turno. Le
concedo el mérito de resultar entretenida y de, además, tener el atrevimiento
de mostrar de manera romántica a alguien con esa mentalidad revolucionaria
en los susceptibles tiempos que vivimos pero tampoco estaría de más
que dicha intención se viera acompañada de más talento. Si a la hora
de enfrentase a este reto hubieran estado cineastas como Nolan o Raimi,
el resultado habría mejorado el calificativo de pasable.
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