Las niñas de la movida
Por
Pablo Vázquez
Hija bastarda y tardía de la new wave que sacudió y embruteció noblemente el mundo hace uno par de décadas, la movida madrileña era hasta hace poco una fuente de recursos para nuestros cine que, inexplicablemente, parecía tan virgen como el personaje de Verónica Sánchez al comienzo de este entonado y moderadamente salvaje revival con ciertas ínfulas sociales y nostálgicas. Por suerte, y esa es la buena noticia, no veremos aquí la movida políticamente correcta que pregonan los televisores, sino ese estallido de guarripunk salvaje que generó grupos irrepetibles como Las Vulpess o Glutamato-Yeyé y que tanto echamos de menos.
La película de Chus Gutierrez es, en esencia, una divertida comedia adolescente canónica que retrata los habituales conflictos de la pérdida de la virginidad y el plante a la autoridad, reivindicando el sexo libre y el desenfreno alcoholizado. En este sentido, se aprecia el buen hacer del guionista Juan Carlos Rubio, que ya nos trajo Slam y que dentro de poco atacará con Fin de curso. El contexto influye, pero no es tan importante: de todas formas, hay sentimiento y fidelidad en el espíritu, y sobre todo un alejamiento voluntario a las fórmulas televisivas que han revisitado el pasado como excusa para un acomodaticio tejido de tramas.
Por otro lado, está la parte del pastel menos interesante, y es la que muestra la película como una especie de manifiesto generacional a pequeña escala, con una voluntad demasiado autoconsciente de explicar el presente a través de los avatares del pasado. Muchos punkies reinsertados arquearán la ceja con todo su derecho al ver como los estatutos latentes del no future han acabado sirviendo para construir una apología de la democracia y los derechos individuales, hábil pero un tanto manida a estas alturas. Con todo, la mezcla no acaba por desentonar y está suficientemente bien construida, pese a ciertas licencias de guión, y recoge ideas interesantes como la posición de los transexuales, representados por el personaje de una Nuria González sencillamente soberbia.
Sin embargo, no nos engañemos: lo mejor de este revival está en la reconstrucción del ambiente de los clubes, en la atronadora selección de canciones y, por supuesto, en sus actrices. Macarena Gómez borda su composición de paria vocacional de corazón de oro y Verónica Sánchez convence tomando las riendas del personaje principal, con un encanto personal que sólo brilla en los mejores intérpretes teenagers. El desparpajo nudista de ambas, del todo coherente con la propuesta, es de agradecer y ojalá sirva de ejemplo para algunos de sus compañeros generacionales.
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