Habaneando
Por
Antonio Ruiz Valdivia
Benito Zambrano vuelve como agua de mayo al anquilosado cine español. Tras
meses de sequía creativa en el panorama patrio de la cinematografía, por fin
una película aporta frescura y pasión a la sombría cartelera. Ni nos
encontramos ante una obra maestra, ni alcanza la altura fílmica de Solas,
ópera prima del director, pero si consigue dibujar una sonrisa en los
espectadores y traspasar la fría barrera de la pantalla. Si en un primer
momento la desorientación es total y los fotogramas parecen una versión sin
montar de un videoclip de reggaeton , conforme avanza el metraje todo
empieza a encajar y la narración se convierte en una oda al lado underground
de La Habana.
La pasión del realizador por la capital cubana queda patente en cada plano,
La Habana es la auténtica protagonista del filme. El ritmo de la calle
circula ante la cámara y contagia toda la trama. Como si de un muestrario
sociológico se tratase, deambulan jóvenes aspirantes a músicos, ancianas
enamoradas de la revolución y del ron, madres con la vista puesta en Miami,
capitalistas españoles de negocios en la isla... todos debatiéndose entre la
realidad y el sueño, entre lo que son y lo que quieren ser.
Adopta la acción un tono tragicómico que beneficia en todo momento a la
historia que se cuenta. El candor caribeño se apodera de la sala, pero no
hay concesiones a los tópicos y a la imagen dulce de postal. Respira
realismo cada fotograma, ayudado en gran parte por la más que elogiable
dirección de actores. Zambrano sabe como sacar partido a sus intérpretes. La
pareja de amigos protagonistas, Alberto Yoel y Alberto Sanmartín, conecta
desde un primer momento y transmite verosimilitud sin problemas, no sería de
extrañar que la Academia los incluyese en la terna de nominados en la
categoría de actor revelación en la próxima edición de los Goya. El filme
vuela alto gracias a las sólidas intervenciones del resto del reparto,
destacando la presencia de las actrices Yailene Sierra Rodríguez como
Caridad y Zenia Marabal como Luz María.
La música se convierte en elemento esencial que marca las aspiraciones y
cambios de los protagonistas. Ni salsa, ni son, en Habana blues suena
heavy- metal, reggae, hip hop... la faceta más alternativa de la música
cubana. El realizador, como si de una partitura se tratara, escribe sobre el
celuloide una canción desgarrada, cercana y vitalista de lo que sucede en el
feudo de Castro. Todo un himno a la dignidad de ese pueblo y a su peculiar
manera de afrontar el día a día. Un blues sobre las arenas de soledad.
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