La vigilia y el sueño

Por Carlos Leal

Hace ya cinco años que el productor Julio Fernández decidió asociarse con el cineasta Brian Yuzna para crear Fantastic Factory, una productora especializada en cine de terror en un país, España, con muy poca tradición en el género. Y aunque en principio el proyecto parecía atractivo, con el paso de los años las sucesivas decepciones provocadas por películas como Faust, Dagon, Arachnid o Beyond Re-animator han hecho que incluso los más entusiastas perdieran el interés por la productora. Por eso, resulta al menos paradójico comprobar cómo en El maquinista, un filme de terror complejo y capaz de redimir los defectos de las producciones anteriores, Julio Fernández se ha apartado de la tutela de Brian Yuzna para rodar la película bajo el paraguas de Filmax Internacional.

Tiene algo de remake inconfeso de El club de la lucha este relato de culpa y obsesión que plantea el director Brad Anderson, autor hace tres años de la inquietante Session 9. Su protagonista, Trevor Reznik, es un hombre que no puede dormir, pero cuya eterna vigilia comienza poco a poco a tomar la consistencia de una pesadilla. Extrañas notas que aparecen en su congelador, un macabro accidente en el que se ve envuelto en la sala de máquinas en la que trabaja y la entrada en su vida de una madre soltera con su hijo comienzan a desestabilizarle hasta hacerle dudar de su propia cordura y de su percepción de la realidad.

A lograr esta atmósfera onírica en la que se desenvuelve la película contribuye en gran medida el buen trabajo de todo el equipo técnico, encabezado por el director de fotografía Xavi Giménez, cuyo trabajo ha sido justamente reconocido en el último Festival de Sitges, y el músico Roque Baños. En todo caso, la estrella del espectáculo es sin duda un demacrado Christian Bale (perdió 30 kilos para interpretar el papel), que interpreta a un Trevor Reznik omnipresente a lo largo de todo el metraje de El maquinista. Ahora que andamos todos tan preocupados por la posible nominación de Javier Bardem a los Oscar, es importante señalar que el hecho de que Bale no figure entre los candidatos al Goya obedece sólo a un chauvinismo inexcusable.

En el debe de El maquinista sólo queda un final demasiado simple, con regusto a cine ya visto, y que cierra en exceso una historia que resultaba mucho más inquietante mientras discurría por el sendero de la surrealidad. Dejando este problema (menor) a un lado, lo cierto es que nos encontramos ante una película de terror muy interesante, que sitúa a Brad Anderson como uno de los escasos talentos a los que merece la pena seguir en un género habitualmente tan maltratado como el cine fantástico.

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