Perfecta desconocida

Por Susana López Rubio

Basada en una novela corta de Somerset Maugham, Conociendo a Julia es de esos films que parece que se escribieron al revés. Vamos, que el final se nos promete tan potente que no importa la escabechina narrativa que haya habido que hacer hasta llegar a él.

Nadie duda que los finales sean importantes. Si un director se viera en el brete de elegir entre una película con un principio fuerte y un final flojo u otra con un principio flojo y un final fuerte, pocos escogerían la primera opción. El público es muy magnánimo con esto. Y los espectadores aguantan carros y carretas en el segundo acto de las películas con tal de que al final salgan los leones.

Bien. Pues mientras veía Conociendo a Julia, decidí que, esta vez, no me iban a engatusar. Un buen final (bueno sin ser sinónimo de feliz, ojo) me gusta tanto o más que a cualquiera, pero no es suficiente como para que de pronto me vuelva amnésica y olvide los bandazos de la historia.

Porque Julia tiene bandazos, y gordos. Julia Lambert, exitosa y madura actriz del teatro londinense circa 1938, da una capa nueva de pintura a su vida al enrollarse con T-o-m, un jovencísimo admirador americano. Pero la diva no tardará en darse cuenta que su toy boy le da gato por liebre y, más que serenatas a la luz de la luna, el chico es más propenso a chulearla para que Avice, su joven novia actriz, tenga una oportunidad en el teatro.

Starlet vs Star, el clásico de las pelis sobre bambalinas. Llegados este punto, todo sobre Julia se nos antoja como un Eva al Desnudo – de cómo la juventud se merienda con patatas a las viejas glorias de los escenarios- pero ¡guarden los tenedores! parece que Julia aún tiene un par de ases en la manga. La promesa de la perrería (y gorda) que Julia tiene preparada para Avice, es el “final anzuelo” del que les hablaba.

Pero hasta llegar al jugoso final les advierto que, como espectadores, tendrán que besar varias ranas. Empezando por un brusco cambio de género, ya que la película comienza como una frívola farsa y muta hasta un engolado melodrama. O tal vez no, porque – segunda rana- nunca estamos seguros de si el amor de Julia por Tom es verdadero o no.

Otro problema es el personaje protagonista. No dudo que a los fans de Annette Bening se les caerá la baba con esta película e - inciso feminista - ojala cada año surgieran docenas de papeles para actrices de 40+ con la mitad de la chicha que tiene este, pero, sinceramente, a esta Julia Lambert no hay quien la entienda. ¿Cuándo está actuando y cuando no? Lo que empieza como un juego con el espectador no tarda en volverse irritante. Y por mucha diva de teatro de los años treinta que se sea, eso tampoco es excusa para semejante despliegue de gestos, bajadas de pestañas y suspiros al cielo que nos regala Bening. Al menos, los encargados de montar los vídeos para la gala de los Oscar del año que viene lo tienen fácil. Pueden coger cualquier escena de Conociendo a Julia para el clip de Best Actress de Annette porque ella actúa (y mucho) en todos y cada uno de los fotogramas de la película.

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