Los hilos de las marionetas
Por
Susana López Rubio
Como bien se nos muestra en el comienzo de la peli, Dreamworks Animation (responsables de la exitosa Shrek) acaba de lanzar cual lombriz su nuevo producto, El Espantatiburones, al océano de cines con la esperanza de que el público pique.
Y picarán. La titánica campaña de marketing que acompaña la botadura de este tipo de productos se encargará de ello. Lo que ya no está tan claro es qué tipo de pez van a pescar. Porque el principal problema de El Espantatiburones es que es demasiado complicada para los críos y demasiado simple para los adultos.
Aunque gran parte de la película sean clichés de todo a cien -¿caballitos de mar que hacen las veces de caballos de carreras? Por favooor– las docenas de peripecias por las que pasa Oscar, el pez protagonista (Tiene una deuda con su jefe. Su pececita compañera de trabajo le deja el dinero. Lo pierde en las carreras. Van a matarle pero aparecen unos tiburones. Accidentalmente, uno muere y todos piensan que ha sido mérito suyo. Decide compincharse con el hermano del tiburón muerto, que quiere huir de su mafioso padre… hasta aquí puedo leer. ¡Y sólo estamos a mitad de película!) son demasiadas para que un niño pueda digerirlas.
Pero los padres tampoco darán botes de alegría en sus butacas. Entre otras cosas, por el descaradísimo merchandising que salpica el Manhattan submarino del film. ¡Un anuncio de “Coral Cola”! La verdad que beber refrescos en las profundidades de océano no tiene mucho sentido pero… ¡que más da! es gracioso ¿no? Pues no. Los juegos de palabras con conocidas marcas empiezan siendo ocurrentes pero la repetición machacona hace que se vean los hilos de las marionetas.
Los hilos y a los titiriteros. Porque si no, por favor que alguien me explique la obsesión del guionista de meter (y con calzador) racimos enteros de gags en cada secuencia como si tuviera que cubrir un cupo de gracias por minuto. Que yo no niego que algunos son muy buenos (el restaurante de sushi vacío, por ejemplo) pero todos sabemos que las plantas se ahogan si las regamos demasiado y con las estructuras de las películas pasa algo parecido.
Resumiendo: acumular acontecimientos no es generar trama… cuantos más personajes secundarios cómicos aparezcan, menos espacio habrá para la historia… Si nos pasamos con la publicidad encubierta, el corazón de la película no latirá jamás… Menos chistes y más chicha, señores.
Sólo me queda advertir a todos aquellos espectadores a los que Buscando a Nemo les supo a poco y tengan ganas de volver a hincarle el diente a otra película de animación en el fondo del mar, que no esperen pescado fresco. El Espantatiburones es tan desaborida y prefabricada como un plato de palitos de pescado congelados del Capitán Findus.
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