Lo cósmico y lo trivial
Por
Carlos A. Cabrera
Quienes quieran ver en
la última película del taiwanés Ang Lee actuaciones de Janis Joplin
o a Jimi Hendrix interpretando el himno nacional de EEUU a la guitarra
eléctrica, se sentirán muy decepcionados. Y es que ese es el Woodstock
que conocemos gracias al documental de Michael Wadleigh, Woodstock,
3 days of Peace and Music (1970). Pero, como el propio Ang Lee explicaba
en una entrevista reciente, para 400.000 de las 500.000 personas que
sí que estuvieron esos días en White Lake los conciertos fueron sólo
un rumor. “Estaban demasiado lejos o tan colgados que no oyeron nada”.
Destino: Woodstock,
lejos de narrar el acontecimiento cósmico que se supone que aquello
fue, se limita a contar una historia de transformación personal. Es
la historia (verdadera) de Elliot Teichberg, un joven decorador de Greenwich
Village que tiene que dejar su trabajo en Nueva York para salvar el
arruinado motel de sus padres. Cuando se entera de que en la localidad
vecina han denegado a “Woodstock Ventures” el permiso para la celebración
del festival de música hippie, se pone en contacto con ellos para intentar
traer a su pequeña comunidad de los montes Catskills lo que para muchos
acabaría siendo el acontecimiento musical del siglo: el Festival de
Woodstock.
Lo mejor de la película
es el rico mosaico de personajes secundarios alrededor de la organización
del gran evento. Entre ellos: la madre judía aún obsesionada con su
traumática huida de la persecución en Rusia, interpretada por Imelda
Staunton (Mucho ruido y pocas nueces, Shakespeare in Love,
Sentido y Sensibilidad); Vilma, el/la marine transexual al que da
vida Liev Schreiber (X-men Origins: Wolverine); o el hippie del
Volkswagen que introduce a Elliot en el mundo del LSD, interpretado
por un irreconocible Paul Dano (Pequeña Miss Sunshine).
Si algo he de criticarle
a Destino: Woodstock es que su ritmo pausado por momentos se
estanca y que quizá le cuesta arrancar. Pero por todo lo demás es
una película con la que me he reído, con la que me he emocionado y
con la que he sentido empatía por todos sus personajes.
Algunos no perdonarán
que después de Brokeback mountain (2005) y Deseo, Peligro
(2007) Ang Lee se haya pasado a la comedia y, sobre todo, a una comedia
con un fondo tan aparentemente banal. Poco parece importarle a Elliot
Teichberg protestar contra la guerra de Vietnam ni cambiar el mundo.
Sus verdaderos conflictos son una hipoteca impagada por un motel que
no da beneficios, unos sueños truncados de irse a vivir a California
con sus amigos, una identidad sexual que parece incapaz de asumir y,
mucho menos, de mostrar ante sus padres y, sobre todo, su incapacidad
para cortar el cordón umbilical con una madre paranoica, absorbente
y permanentemente insatisfecha. Efectivamente, la historia de Elliot
puede parecer trivial al lado del movimiento hippie del 69, pero como
dice uno de los personajes de la película: “Lo que parece trivial,
puede ser lo más importante de todo el Universo”.
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