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La niebla

Título

 La niebla

Título original
The Mist
Dirección
Frank Darabont
Intérpretes
Thomas Jane
Marcia Gay Harden
Laurie Holden
Andre Braugher
Toby Jones
Año
2007
Guión
Frank Darabont
Stephen King

 

Una alegórica boca del infierno

Por Carlos Aguilar Sambricio

El mundo es inescrutable. Está envuelto por un halo de misterio que lo hace imprevisible, al mismo tiempo fascinante y peligroso. Y nosotros estamos en medio, confusos pero dispuestos a dar respuestas y soluciones sobre el origen del manto. Determinados a desentrañar la situación y llevar a nuestros iguales a su destino.

La última película de Frank Darabont ofrece una magnífica muestra filosófica, en clave de película de género, acerca del miedo generado por la espesura de la vida. A través de una comunidad incomunicada y encerrada en un supermercado se desatan las razones y los instintos de un ser humano que, apartado de la sociedad protectora, actúa en beneficio y en maleficio de sí mismo para intentar salir adelante.

La niebla de Stephen King nos ha devuelto a un Darabont virtuoso, capaz de dominar el arte cinematográfico para contarnos historias morales a veces demasiado simplificadas y siempre muy ambiciosas. Pero el realizador no empezó así en el cine, fue el éxito de Cadena Perpetua el que le hizo abandonar su prevista carrera como cineasta de género de serie B. La novedad de La niebla reside en la fusión entre la película de terror y la alegoría social.

Una propuesta que convence en su mayor parte a pesar de explicitar demasiado el mensaje y de adolecer de un maniqueísmo que ya habíamos visto en películas suyas anteriores. El mayor elemento disonante en Darabont es su deseo de dibujar siempre un malo muy malo que ayude justificar y conducir las acciones de los protagonistas. Debido a ese punto humanista que desprenden sus historias, este punto le hace perder credibilidad e incluso, en el caso de esta película, le lleva a caer en la parodia casi rastrera. El ridiculizado personaje de Marcia Gay Harden (interpretado sensacionalmente a pesar del histrionismo), que vertebra el tejido de relaciones en el grupo, además de introducir un elemento risa que no siempre cuaja, empaña lo que podría ser un encuentro ideológico justo.

Los monstruos que parecen salidos de la boca del infierno dan a la película una implicación bíblica y religiosa. El filme, en ese sentido, triunfa en la confrontación de la postura moral del creyente frente a la actitud más pragmática de nuestro tiempo. Darabont aprovecha la coyuntura para reforzar aquella que observa más conveniente, y para ello se burla de la fe ciega y del proselitismo reaccionario.

Así, dado que los monstruos parecen utilizarse como metáforas, a Darabont le parece adecuado ofrecer un punto de vista más político, queriendo probablemente asociar la historia al clima de miedo generado por el gobierno de Bush tras el 11-S. De hecho, el otro pero que puedo ponerle a La niebla es que puede llegar a decepcionar que se explique el origen de los miedos. No se trata tanto de que se opte por mostrar lo que hay detrás de la niebla, evitando un tratamiento más abstracto que quizás podría haber funcionado mejor, sino de que acota interesadamente la universalidad del miedo. Por eso la película se acerca finalmente más al cine de Shyamalan (en concreto a El bosque) que al que pudiera salir del estilo heredado de los universos de John Carpenter y H.P. Lovecraft.

Por lo demás, La niebla es una emocionante experiencia en la que el director parece sentirse más a gusto que nunca, sin las presiones de expedir su próximo boleto hacia el Oscar. La atmósfera está espléndidamente conseguida y el espacio cinematográfico es ideal para desarrollar el terror. Afortunadamente, Darabont sabe dosificar el misterio con el adecuado tempo narrativo y sabe tratar visualmente la dialéctica entre nosotros y ellos.

El final, sólo lastrado por un limitado Thomas Jane, apuesta valientemente por resolver el relato de manera terrible e irónica. El mundo, en pie de guerra, seguirá destinado a caminar entre el misticismo y lo terrenal.

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