A través del agujero
Por
Carlos Leal
La historia de Irina Palm gira en torno a un agujero: un gloryhole situado en un sex shop londinense en el que los clientes introducen sus miembros para recibir servicios sexuales en el más absoluto anonimato. Los clientes pagan, la meten, se corren y se van; el director Sam Garbarski no. Sam Garbarski introduce su cámara a través del agujero para narrar la improbable historia de Maggie, una viuda inglesa entrada en los cincuenta que se ve obligada a recurrir a la prostitución para costear los gastos médicos de su nieto, que debe ser sometido a una costosa operación en Australia.
Cuando se parte de una premisa tan extrema, uno se arriesga a descarrilar a cada paso: el sensacionalismo, los excesos melodramáticos, los tópicos sociales de izquierda biempensante y el más absoluto ridículo bordean en todo momento el desarrollo del filme. La soltura con la que casi siempre consigue esquivar cada uno de estos peligros es lo que demuestra que Irina Palm es una película inteligente y merecedora de un análisis reposado.
En realidad, lo que hace que el filme funcione es su tremenda capacidad de reinventarse a cada rato. La presentación nos remite al cine social europeo más rancio: los padres de un niño que sufre una extraña dolencia cardíaca deben resignarse a dejarlo morir porque no tienen dinero para viajar con él a Australia, donde se aplica una técnica médica experimental que podría salvarle la vida. De ahí pasamos a un drama moral a la Von Trier: la abuela del chico, Maggie, puesta en una situación extrema debe ignorar sus principios y colocarse de "azafata" en un club de alterme cerca de Oxford Street, al otro lado de un gloryhole. Esta parte del filme se agota pronto, y deja paso –y este es el giro más hábil de toda la película– a una subtrama clásica de superación: la viuda que estaba ya de vuelta de todo encuentra en la masturbación una habilidad oculta; bajo el seudónimo de Irina Palm, sus habilidades manuales se hacen famosas en todo Londres, los clientes hacen cola frente a su cabina e incluso recibe sustanciosas ofertas de otros clubs de la zona. El tono grave y sombrío del comienzo ha quedado atrás: casi sin darnos cuenta hemos pasado del drama a la comedia, del cine de autor al cine de género.
Aún le quedan dos vueltas a esta historia: un melodrama familiar algo torpe, en el que su hijo debe enfrentarse a sus prejuicios cuando descubre la manera en que Maggie ha podido pagar la operación del chico, y un último y previsible giro hacia la comedia romántica. No importa, Sam Garbarski maneja los tonos con tanta habilidad que las transiciones entre las distintas fases de la película se vuelven casi imperceptibles.
Por último, no conviene olvidar la contribución al éxito de la empresa de su pareja protagonista, Marianne Faithfull y Miki Manojlovic, que recibieron sendas nominaciones a los Premios del Cine Europeo por sus papeles. La Faithfull hace una meritoria composición de su papel de ingenua viuda inglesa, mientras que Manojlovic –un, habitual del cine de Kusturica– logra llenar de vida un papel difícil y no del todo bien trazado.
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