La ética del vigilante

Por Carlos Leal

En la monumental novela gráfica Watchmen, Allan Moore analiza el fascismo inherente a la figura del vigilante, del individuo que lucha contra el crimen desde los márgenes de la ley. Y lo hace a través de una relectura en clave realista del mito del superhéroe enmascarado, máxima representación de la justicia en el infantilista imaginario estadounidense.

Pocos personajes reflejan tan bien este conflicto como Batman, el multimillonario justiciero empeñado en imponer la ley en la ciudad de Gotham. En El caballero oscuro, el director y guionista Christopher Nolan explora el lado más siniestro del personaje creado por Bob Kane, que aparece en esta ocasión como un héroe dubitativo, consciente de lo paradójico de su papel y de las imprevisibles consecuencias negativas de algunos de sus actos. El desarrollo de la acción le llevará a asumir su papel como "príncipe" maquiaveliano, como dictador que en tiempo de crisis debe imponer su voluntad a la colectividad, supeditando los medios a los fines.

Le impulsan en esa dirección dos de los archienemigos más conocidos del hombre murciélago, el Joker y Dos Caras, que ya tuvieron sendas recreaciones reseñables de la mano de Jack Nicholson (Batman, 1991) y Tommy Lee Jones (Batman Forever, 1995). Particularmente importante es el primero –interpretado por un inspirado Heath Ledger en el que sería su último papel–, que no es tanto la némesis como el verdadero protagonista y motor de la acción. La recuperación de ambos personajes y su reinterpretación y reintegración en el universo de Batman muestra muy a las claras el alcance de la ruptura propuesta por Christopher Nolan en Batman Begins frente a las adaptaciones más superficiales y genéricas de Tim Burton y Joel Schumacker.

Y es que en el fondo El caballero oscuro no es una narración mítica, sino una narración sobre cómo se construyen los mitos. Las batallas entre Batman, el Joker y Dos Caras suceden en la realidad, pero se juegan en el imaginario colectivo de los habitantes de Gotham. Por eso la derrota final de Batman también es, a su manera, un final feliz. Porque en el Oeste, cuando la realidad y la leyenda no coinciden, se imprime la leyenda.

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